QUERIENDO LLEGAR hasta el corazón mismo de José de Nazaret -¡eso sólo Dios!- resulta estremecedor encontrar la incertidumbre y la zozobra en los retos que se le van presentando: el embarazo de María, el parto lejos de su pequeña patria y sin la elemental seguridad, la visita de aquellos personajes importantes venidos de lejos, la huida presurosa ante el riesgo de muerte…
QUERIENDO LLEGAR hasta el corazón mismo de Dios -¡imposible por infinito!- me atrevo a preguntarle por qué no le ahorró al humilde carpintero tantas fatigas y preocupaciones, por qué no le allanó el camino –un poco, al menos- dándole algunas pequeñas seguridades prácticas, ya no digamos un corcel último modelo y sugiramos dos burros de medio cachete, como decimos por mis lares…
QUERIENDO LLEGAR hasta el corazón de cuántos prójimos -¡con respeto y caridad!- veo sus angustias y problemas de todo tipo: sé que no podré solucionarles gran cosa y por lo menos procuro conocerlos por su nombre y escucharlos con empatía; viendo lo conveniente encauzo la caridad de mis parroquianos y vuelvo a caer en la cuenta de que Dios siempre nos libra del mal pero no nos evita los retos, que jamás nos abandona aunque debamos cruzar por cañadas obscuras y valles tenebrosos (¡qué bello y profundo el salmo 22!)…
QUERIENDO LLEGAR hasta mi propio corazón -¡luego yo mismo me complico este itinerario!- vuelvo a caer en la cuenta de que sin la mano misericordiosa de Dios no habría yo llegado hasta el lugar y tiempo en que me hallo, ni de la manera y modo en que me encuentro: rodeado por doquier de su gracia y su ternura (¡qué sabroso y dulce es el salmo 102!)…
QUERIENDO LLEGAR hasta tu propio corazón -¡disculpa el atrevimiento, amable lector!- te reto a enfrentar el Adviento de tu propia existencia dejando a un lado las rutinarias pretensiones que de continuo aparecen en nuestro horizonte, cuando ilusamente deseamos que Dios nos facilite la tarea y hasta nos pague por hacer su voluntad (¡!), cuando le pedimos con toda alevosía que nos quite del camino las estrecheces y los riesgos, y hasta anhelamos que todo sea parejito y de bajada leve si se puede…
QUERIENDO LLEGAR hasta dónde Dios me lleve, estoy viviendo este tiempo de Adviento con las personalísimas inquietudes que enfrento, tal y como ciertamente tú también les haces cara: poniendo todo en manos de Dios como si el trabajo y su resultado dependiera únicamente de Él, pero asumiendo mi tarea y empeñando mis habilidades como si todo dependiera únicamente de mí…
POR SUPUESTO QUE estoy repitiendo una frase que se oye aquí y allá, y la hemos de escuchar entendiendo que en tales exageraciones deseamos manifestar la fuerza sanadora de una verdad contundente, la misma que veo reflejada en San José con diáfana caballerosidad: como esposo, como padre, como siervo del Señor…
AYER POR LA TARDE –ya con oscuridad nocturna en el Vaticano- se encendió el Nacimiento y el árbol que adornará la Plaza de San Pedro: las imágenes han sido talladas a mano por artesanos de Sutrio (casi en la frontera con Austria) y provienen de recortes de cedro alpino; el árbol que se colocó es un abeto blanco de la región de Abruzo, en la parte montañosa central de Italia: ambos son elementos que nos disponen a celebrar con gozo la próxima Navidad…
POR ESTOS RUMBOS -mayas y seris, lo mismo zapotecas que rarámuris, sin olvidar a los otomíes y chontales, ni a los tantos y tantos rumbos urbanos o fronterizos- también nos disponemos a poner nacimientos en los hogares, en plazas comerciales o públicas, en ambientes fabriles ú oficinistas; que a nadie le estorbe, que a todos nos anime, que a nadie le ofenda, que a todos agrade, porque de lo que se trata es de celebrar la vida, la familia, a pesar de que andemos del chongo…
SI QUISIERA LLEGAR al corazón de un viejito caricaturesco vestido de rojo y con barbas blancas -¡imposible por ser caricatura!-, sencillamente le diría que no se haga guaje y que si quiere presentarse en serio durante las fiestas navideñas, que deje de alentar falsas ilusiones y se dé cuenta de que debe llegar hasta Jesús en el pesebre, nacido para salvación de todos los hombres…
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