En esta última entrega, comparto con ustedes las conclusiones de la consulta realizada en nuestro país a principios del año del 2022, participando de esta manera en la consulta mundial promovida por el Papa Francisco, en orden al Sínodo de Obispos, programado para octubre 2023 y 2024. Fueron diez temas los consultados y estas son las conclusiones:
“Esta fase diocesana nos ha invitado a ser más humildes, pero también a soñar con una Iglesia que efectivamente camine junta; a realizar una pastoral más sinodal; a escuchar cada vez más, no como moda pasajera (de hecho hemos visto que la sinodalidad es también sinergia, transversalidad, subsidiariedad y gradualidad, ad intra y ad extra de la Iglesia); a incorporar de una mejor manera a todos los que forman parte de ella, pero comenzando por los más alejados; a generar un diálogo abierto y franco que nos lleve a descubrir nuevas voces para discernir mejor lo que nos pide el Espíritu hoy.
Vemos que nos faltó hacer oración, solicitar al Espíritu su luz para que los procedimientos de consulta no fueran el centro de este proceso, sino solo medios. También vemos que a nosotros pastores (obispos y presbíteros) nos hace falta saber escuchar y discernir mejor, descubrir el ‘sensus fidei’ de la comunidad en temas específicos de la evangelización. Y tenemos la esperanza de que este dinamismo sinodal, acercándonos ya a los tiempos de la postpandemia, no signifiquen para nuestras comunidades un ‘regresar a lo mismo de antes’. Necesitamos y queremos ‘vino nuevo, en odres nuevos’.
Reconocemos aciertos y errores (aunque siempre se ven más los primeros), pero vemos, también, nuevas áreas de oportunidad para mejorar, realidades que abren expectativas pastorales interesantes y significativas tomando en cuenta los desafíos que enfrentamos. Por medio de este ejercicio, como Iglesia de Cristo en tierras mexicanas, reconocemos la voz del Espíritu que nos invita a:
El Papa Francisco, en su discurso de fin de año a la Curia Romana (22-XII-2022), dijo algo que a todos nos ilumina y cuestiona:
“Lo peor que nos podría pasar es pensar que ya no necesitamos conversión, sea a nivel personal o comunitario. Convertirse es aprender a tomar cada vez más en serio el mensaje del Evangelio e intentar ponerlo en práctica en nuestra vida. Tal como ha sucedido otras veces en la historia de la Iglesia, también en nuestra época, como comunidad de creyentes, nos hemos sentido llamados a la conversión. Y este itinerario no ha concluido en absoluto. La actual reflexión sobre la sinodalidad de la Iglesia nace precisamente de la convicción de que el itinerario de comprensión del mensaje de Cristo no tiene fin y continuamente nos desafía.
Lo contrario a la conversión es el fijismo, es decir, la convicción oculta de no necesitar ninguna comprensión mayor del Evangelio. Es el error de querer cristalizar el mensaje de Jesús en una única forma válida siempre. En cambio, la forma debe poder cambiar para que la sustancia siga siendo siempre la misma. La herejía verdadera no consiste sólo en predicar otro Evangelio, como nos recuerda Pablo (cf. Ga 1,9), sino también en dejar de traducirlo a los lenguajes y modos actuales, que es lo que precisamente hizo el Apóstol de las gentes. Conservar significa mantener vivo y no aprisionar el mensaje de Cristo”.
Todos los miembros de nuestra Iglesia, empezando por los clérigos, hemos de revisar si estamos dispuestos a convertirnos, a escuchar lo que el Espíritu Santo nos dice en las voces de nuestro pueblo, o si pensamos que estamos bien, que nada debemos cambiar, que son los otros los que deben convertirse. El año nuevo que estamos iniciando será verdaderamente nuevo, si estamos abiertos a lo que el Espíritu dice a su Iglesia. Que la Virgen María nos ayude y, así, el año 2023 será pleno de gracia y de paz, que es lo que deseo para ustedes.
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