Con madurez y libertad, en la consulta promovida por el Papa Francisco a nivel mundial sobre cómo creyentes y no creyentes perciben la forma en que caminamos como Iglesia, los miles de mexicanos que participaron en sus parroquias y en otras instancias, nos hicieron ver deficiencias y posibles caminos, además de otros puntos sobre los que ya he compartido, también opinaron sobre el ecumenismo y el diálogo interreligioso, es decir, sobre nuestra relación con creyentes de otras denominaciones. Nos dijeron:
“Constatamos que este es el rubro más débil de nuestro caminar como Iglesia católica en México. Predominan los católicos de corazón frío, cerrados y dogmáticos, defensores de la fe, promotores de una tolerancia mal entendida y de actitudes apologéticas que minan el diálogo ecuménico. Y más aún el diálogo interreligioso, aspecto que solo trabajó una sola arquidiócesis en esta Fase de Consulta Sinodal. Todo esto es resultado de la ausencia de formación consistente para el encuentro y, por miedo y prejuicios, cancelamos la posibilidad de un verdadero diálogo enriquecedor en ambas direcciones. En suma, el ecumenismo y el diálogo interreligioso no son una prioridad pastoral en México.
Todas las diócesis cuentan con presencia de comunidades cristianas separadas. Reconocemos que no ha existido una formación para la aceptación de otras denominaciones religiosas, que favorezca la apertura al ecumenismo; por el contrario, más bien prevalecen las reservas para organizar encuentros ecuménicos y hay hasta un falso temor de hacerlo. Además, predomina una estrategia de ‘frío respeto’ que se toca muchas veces con la indiferencia y produce (o mantiene) la autorreferencialidad eclesial.
Se debe señalar que las Iglesias históricas en México son una minoría (en algunos casos su número es simbólico); por el contrario, las más numerosas son las comunidades evangélicas y pentecostales, pero son las más cerradas al diálogo. Esto no obstante que la realidad de pobreza, violencia, destrucción de instituciones (comenzando por la familia), entre otros graves problemas, reclaman una proactividad en la acción ecuménica e interreligiosa, a fin de que la dimensión religiosa de un pueblo profundamente creyente, ayude a construir el bien común nacional, comenzando por la plena garantía de todas las implicaciones que tiene el derecho a la libertad religiosa, dentro de una ‘laicidad positiva’, laicidad abierta y constructiva que, desafortunadamente, no conoce el Estado laico mexicano”.
A pesar de lo que, a nivel nacional, se expresa en esta consulta, en Chiapas, desde el año 1992, establecimos el Consejo Interreligioso, con participación de los obispos de esa entidad y de líderes bautistas, presbiterianos, adventistas, mormones, asambleas de Dios, nazarenos y otros. Nos reuníamos cada cuatro meses, no para discutir temas doctrinales, sino para dialogar y tomar acuerdos sobre cómo enfrentar los problemas de la región, los conflictos religiosos de algunas comunidades, la construcción de la paz y la reconciliación, la situación de la familia y de la juventud, las drogas y el alcohol, la ecología. Juntos, ante autoridades y legisladores, defendimos la vida y el matrimonio. Se siguen teniendo estas reuniones y los resultados son muy positivos. Ya en otras entidades del país se viven experiencias similares. Con todo, aún falta mucho camino.
El Papa Francisco, en un discurso al Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, dijo:
“La globalización y la aceleración de las comunicaciones internacionales hacen del diálogo en general, y del diálogo interreligioso en particular, una cuestión crucial. Nuestro mundo, cada vez más interconectado, no es tan fraternal y convivencial, ¡ni mucho menos! En este contexto, esta es vuestra misión: promover con otros creyentes, de forma fraterna y convivencial, el camino de la búsqueda de Dios; considerando a las personas de otras religiones no de forma abstracta, sino de forma concreta, con una historia, deseos, heridas, sueños. Sólo así podremos construir juntos un mundo habitable para todos, en paz. Ante la sucesión de crisis y conflictos, algunos intentan escapar de la realidad refugiándose en mundos privados, otros la afrontan con violencia destructiva, pero entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta hay una opción siempre posible: el diálogo.
Os animo a todos a cultivar el espíritu y el estilo de convivencia en vuestras relaciones con personas de otras tradiciones religiosas: ¡lo necesitamos tanto hoy en la Iglesia y en el mundo! Recordemos que el Señor Jesús confraternizó con todos, que frecuentó a personas consideradas pecadoras e impuras, que compartió la mesa de los publicanos sin prejuicios. Y siempre en una comida de convivencia se mostró como el siervo fiel y amigo hasta el final, y luego como el Resucitado, el Viviente que nos da la gracia de la convivencia universal. Esta es la palabra con la que me gustaría dejarles: convivencia” (6-VI-2022).
En su encíclica Fratelli tutti, nos dice: “Los líderes religiosos estamos llamados a ser auténticos dialogantes, a trabajar en la construcción de la paz. Cada uno de nosotros está llamado a ser un artesano de la paz, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo las sendas del diálogo y no levantando nuevos muros” (284).
Todos aprendamos a dialogar con quienes viven y piensan en forma diferente, incluso con los enemigos, para comprender su punto de vista y compartirles respetuosamente el nuestro. En vez de enfrentarnos más, unamos esfuerzos para el bien común. Y donde todavía no existan Consejos Interreligiosos, tengamos la audacia de proponer su creación a los cristianos y a otras denominaciones, para que, juntos, colaboremos en la construcción de la paz en nuestra patria. Así, en vez de sólo criticar y lamentar, seremos artesanos de un nuevo Año 2023 más fraterno, justo y pacífico, como lo deseo para ustedes.
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