Hay quien presume de tener muchos amigos, pero quién sabe si su amistad sea sólida y sobre todo duradera, y hay quien se acompleja por tener pocos amigos, pero contará con ellos toda la vida.

¿Cómo saber si nuestros amigos lo son de verdad, si podremos confiar en ellos o nos defraudarán? Preguntémonos por qué buscamos su amistad en primer lugar, cuáles fueron nuestras razones.

Para hacer este examen nos puede ayudar tener presente la clasificación que hizo Aristóteles. Él definía tres clases de amistad según lo que la motiva: el placer, la utilidad o la virtud. Reflexionemos al respecto:

Cuando nuestra motivación para la amistad es el placer, no buscamos amigos sino más bien ‘cuates’ con los que podamos divertirnos, ‘pasarla bien’. Es el caso de quien se va de ‘reventón’ el fin de semana. Puede contar con que allí estarán ellos para compartir tragos, cigarros, drogas, sexo. Pero, ¿qué sucederá si un día pasa por un mal momento debido a una enfermedad, la muerte de un ser querido, o se queda sin dinero? ¿Cuánto tiempo le soportarán antes de descartarle? Sin duda no mucho. Como en este mundo el placer no dura, las amistades basadas en éste tampoco duran.

Cuando nuestra motivación para la amistad es la utilidad, no buscamos amigos sino gente que podamos manipular, poner a nuestro servicio. Es el caso de quien se junta con los ‘populares’ en la escuela, aunque le traten mal, porque quiere ser popular; el que busca amistad con gente influyente (políticos, ricos, famosos), para ver qué les saca, para usarlos como palanca para subir. Pero ¿qué pasa si éstos pierden su puesto, su fama, su influencia? Se les descarta.

El final de una amistad basada en el placer o la utilidad no deja nada más que un vacío.

¡Qué diferencia cuando nuestra motivación para la amistad es la virtud! ¿Que es la virtud? El Catecismo de la Iglesia Católica la define como “la disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma” y añade que “el objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios” (C.C.E. #1803).

Una amistad en la que los amigos buscan ayudarse mutuamente a crecer en la virtud, tiene necesariamente estas características: Dios está en el centro, comparten, ante todo, el deseo de agradarle y cumplir Su voluntad. No buscan servirse del otro, sino servirle, ayudarle en lo que sea posible. Estos amigos no presumen ni se humillan; no buscan rebajar al otro para parecer superiores, sino animarle a desarrollar su máximo potencial, y sus logros producen alegría como si fueran propios, nunca envidia. Estos amigos no se mienten, se dicen la verdad aunque duela, y si hace falta, se corrigen, pero siempre con caridad. Antes sus límites, faltas e incluso ofensas, buscan comprender, disculpar, recomenzar.

Una amistad así no se ve amenazada por lo que suele amenazar las amistades que sólo buscan placer o utilidad. La amistad virtuosa no se acaba, sino se fortalece, si los amigos pasan por un momento complicado de enfermedad, duelo, crisis, adversidad, porque lo toman no como pretexto para huir sino como oportunidad para mostrar su amor, solidaridad, fidelidad.

Una amistad así suena demasiado bueno para ser cierto, pero no lo es. El Catecismo nos da la clave. Dice que el objetivo de la vida virtuosa es ser semejantes a Dios. Pues bien, trasladando esto al ámbito de la amistad, se puede decir que el objetivo de los amigos virtuosos es asemejarse a Jesús, nuestro mejor Amigo. Para ello hemos de conocerlo a través de Su Palabra, aprender de Él a amar, ayudar, perdonar. Hemos de darnos tiempo para orar, ir a Misa, confesarnos, asistir a charlas, retiros, leer buenas lecturas espirituales. Y sobre todo, contar con Su gracia.

Hoy en día cuando tanta gente busca tener muchos ‘amigos’ en redes, pero éstos en realidad no lo son, es más necesario que nunca ser y tener verdaderos amigos, de los que se pueda decir lo que afirma el autor de este proverbio:

El amigo fiel es refugio seguir; el que le encuentra, ha encontrado un tesoro.” (Prov 6, 14).

*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.

Alejandra Sosa

Es escritora católica y creadora del sitio web Ediciones 72, colaboradora de Desde La Fe por más de 25 años.

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