Columna invitada

Prepara un papel para escribir una carta especial

EL INICIO DE TODA VIDA es un hecho biológico que sigue sorprendiendo a científicos de una y otra rama: lo mismo a biólogos que a ingenieros, por igual a geólogos que a psiquiatras, parejo con agrónomos que a quienes no son científicos pero que conservan un mínimo de capacidad de asombro y aunque sea media dosis de sentido común…

Y SI TRANSPORTAMOS el tema al ámbito humano el asunto no disminuye en interés ni en profundidad, antes bien parecería que se sazona el punto con cosa más sabrosa que sal y pimienta, canela-clavo-o-cúrcuma, o aderezo, condimento o salsa de tu gusto, natural o artificioso: la vida es la vida y hasta los muertos quisieran estar más vivos que listos…

HARÍA FALTA ESTAR distraídos, confundidos o invadidos por ambición (las ideologías e intereses mezquinos provocan males parecidos) como para afirmar que la vida humana no tiene mayor valor que cualquier otra vida, o para sentirnos dueños prepotentes de un acontecimiento que rebasa nuestras capacidades más sutiles…

CONSTATA CON “c” MAYÚSCULA –o sea: ¡muy en serio!- que investigadores de tantas ciencias y merolicos de toda ocurrencia andan cruzando siglos tras el hecho de encontrar o generar la vida a como dé lugar: lo mismo en el fondo del mar o en el planeta más lejano, por igual con medios racionales que con artilugios disparatados…

ENCONTRAREMOS VIDA más allá de nuestra atmósfera terrestre -¡estoy seguro!- y acaso encontremos vida inteligente como la humana -no veo objeción alguna- pero lo que seguirá estando inalcanzable a nuestra mano e inteligencia es la razón o causa (primera o última, en este caso da igual), de lo especial y maravilloso que somos, y que está expresado en las primeras líneas del libro del Génesis: ¡fuimos creados a imagen y semejanza de Dios!…

QUIERO ENFOCAR las consideraciones previas a lo que nos ocupa en el Adviento: a preparar con gozo la celebración del nacimiento de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el Hijo de Dios Altísimo que tomó la condición humana en el seno amoroso de María, bendita entre las mujeres…

EL SALTO CUALITATIVO que se da de lo no-vivo a lo vivo (espectacular), o el salto triplemente cualitativo entre lo vivo-sin-más a la vida inteligente (maravilloso), se quedan cortos y ñengos ante el acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios, de ahí que le llamamos “misterio” no por oscuro o incomprensible (lo que es oscuro o incomprensible ciertamente ha de ser ilógico o irracional, o al menos aún desconocido) sino por la tremenda verdad luminosa que encierra, inagotable y vivificadora, tal acontecimiento…

LAS SERIES DE LUCES, las esferas y escarchas, las flores de nochebuena, las piñatas y demás chunches propias de diciembre (y menos los santocloses panzones o los intercambios de regalos convenencieros) me han de distraer -¡para nada!- de lo central e importante de todos estos días: Dios viene a nuestro encuentro tomando nuestra naturaleza mortal, nos habla en nuestro lenguaje humano para que comprendamos su mensaje divino…

ENTENDERÁS QUE HOY no me haya enfrascado en los vaivenes políticos o sociales que no nos dejan ni a sol ni a sombra (si trabajáramos mejor marcharíamos menos) ; disculparás que hoy no atienda las banalidades pasajeras con las que nos entretenemos ante pantallas futboleras (por cierto: ¿ya estás listo para el quinto partido?); y aceptarás -por hoy- un reto sencillísimo: ¡prepárate con emoción desde este primer domingo de Adviento!…

Y PARA QUE NO HAYA PRETEXTO ni argumento que te lleve a ponerte menos vivo, te daré una sugerencia fácil, clara y directa para vivir el Adviento; es una sugerencia que nada tiene qué ver ni con la tradicional corona, ni con el color de las velitas, ni con ofertas comerciales, ni con gastos en quién-sabe-qué; pero no la leas sin darle seria atención y sin poner manos a la obra…

PREPARA UN PAPEL para escribir una carta especial, dispón una pluma que escriba en español y con buena caligrafía (las que escriben en garabatos no sirven por hoy), y abre un espacio en tu abigarrada agenda para que anotes tus sentimientos en una amorosa carta a Jesús Niño y que se la entregues a José y a María durante los días de posadas: ¡no te arrepentirás de abrirte a la Vida del Amor de Dios!….

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

 

P. Eduardo Lozano

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