Columna invitada

Pregón de Año Nuevo…Suyo es el tiempo y la eternidad…

En la noche santísima de la Resurrección del Señor, cuando el Sacerdote marca el cirio que es la representación de Cristo resucitado, dice: “Cristo ayer y hoy. Principio y Fin. Alfa y Omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos”.

De hecho, esa noche se renueva nuestra fe en el señorío de Cristo sobre todo lo creado que, por la entrega de Su cuerpo y de Su sangre, ha re-creado.

“En el principio, aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios” y esa Palabra “se hizo carne y puso su morada entre nosotros”, de manera que en Él se unieron definitivamente la eternidad y el tiempo, y así como el Eterno al hacerse hombre participó de nuestro tiempo, en virtud de su gracia, el hombre, que es temporal, pueda acceder a su eternidad.

Las hermosas frases que se pronuncian en la Vigilia Pascual encierran la convicción con la cual camina la Iglesia en el correr de los siglos: Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre; Él ya ha vencido al pecado y a la muerte de una vez y para siempre, a cada uno de los que han creído en Él les toca, con la ayuda divina, a que esta batalla se realice personalmente en su vida para que a su vez tenga su repercusión en el tiempo en el que vive.

La vida del cristiano es una solemne proclamación del Señorío de Cristo en el tiempo, por eso el cristiano mira a la vida y al futuro sin miedo y enfrenta el presente con amor para dejar en el pasado el testimonio que edifique a las generaciones futuras que han de hurgar en él.

Ahora que se termina un año y se inicia uno nuevo, los seres humanos cerramos y abrimos ciclos.

Ante este fenómeno que se repite cada vez por estas fechas, la incertidumbre por el futuro y el deseo que sea próspero y mejor lleva a muchos a fiarse, absurdamente, en rituales a los que confían su suerte, esperando que así puedan atraerse los parabienes que tanto anhelan.

Desafortunadamente esos ingenuos actos carecen de un sincero examen de conciencia sobre lo que se ha hecho mal, sobre lo que se ha dejado de hacer, sobre lo que no se ha hecho y sobre lo que se ha podido lograr, y también de las necesarias conclusiones que nos lleven a tomar acciones realistas que nos hagan crecer personal y comunitariamente, es decir, es más fácil que las soluciones caigan del cielo o que los males desaparezcan por arte de magia, que mirar a la vida con ojos de evangelio y poner manos a la obra en aquello que en nosotros está el poder hacer.

Los buenos deseos se convierten, entonces, en efímeras ilusiones que engalanan un festejo que se van apenas se da vuelta a la hoja del calendario.

Los cristianos no podemos anunciar a Cristo como Señor del tiempo si no hacemos la tarea, nunca acabada, de convertirnos continuamente y de hacer aquello que, desde el Evangelio y con la ayuda de la gracia, podemos realizar en el tiempo que nos ha tocado vivir.

Por las obras de nuestro amor, aquello en lo que creemos y esperamos, es decir, la eternidad, se hace presente en el tiempo, en nuestro tiempo, eso es lo que hace que cada minuto de la vida valga la pena.

¡Claro que se vale que deseemos y esperemos un futuro mejor! ¡Claro que se vale que tengamos sueños sobre el porvenir! De lo que no se puede dar el lujo un cristiano es dejar aquello a la suerte, a fuerzas “mágicas”, ni siquiera a un milagro.

Qué más quisiéramos que esta pandemia termine ya, muchos rezan fervorosamente para que así sea, el problema es que se nos olvida que no está en el querer de Dios que suceda lo que estamos viendo, que más bien esto se ha maximizado porque los seres humanos no hemos sabido estar a la altura de las circunstancias.

¿O es culpa de Dios que los centros comerciales estuvieran abarrotados los días previos a la Navidad? ¿Es culpa de Dios que muchos, desde su soberbia, nieguen la verdad del coronavirus y anden por aquí y por allá esparciendo el virus? ¿Es culpa de Dios que muchos piensen que “a mí no me va a pasar” y se comporten como si fueran de chicle?

Dios nos dio la capacidad de pensar y razonar, de conocer la naturaleza y su funcionamiento, de tomar el presente en nuestras manos y de decidir nuestro futuro eligiendo lo que hoy hacemos.

Ojalá y los que creemos en Cristo hagamos un necesario alto y, antes de desear un futuro promisorio, partamos de lo que es seguro en inamovible: …Suyo es el tiempo y la eternidad… que, pase lo que pase, lo cierto y lo único verdaderamente cierto es que Jesucristo estará allí en todos nuestros presentes, que escuchando su palabra y viviéndola, vamos sobre el camino seguro, que a su lado no vamos “a tontas y a locas”, sino con un rumbo cierto, no importa que haya pandemia, terremotos, enfermedades, dolor y muerte, vamos tras el Buen Pastor que nos lleva a los verdes pastos donde reposar y hacia fuentes tranquilas donde beber.

¿Qué será de nosotros el siguiente año? Respuesta: Suyo es el tiempo y la eternidad.

¿Cuándo acabará la pandemia? Respuesta: Suyo es el tiempo y la eternidad.

¿Encontraremos salud o enfermedad? Suyo es el tiempo y la eternidad

¿Cuál es el camino que debemos emprender? Suyo es el tiempo y la eternidad.

Así, no importa el día ni el mes ni el año, porque Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre, y su evangelio es siempre luz para el hombre de todos los tiempos, porque el cristiano camina sin temor con la convicción que ante el futuro hay algo o, mejor dicho, está Alguien que garantizará que todo estará bien, porque …Suyo es el tiempo y la eternidad, a Él la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén.

El P. José Alberto Medel es profesor de Teología del Matrimonio y especialista en liturgia en la Diócesis de Xochimilco.

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

 

P. Alberto Medel

Maestro Normalista. Licenciado en Filosofía y Teología, Mtro. en Teología, Lic. Pontificio en Teología Sacramentaria. Canciller de la Diócesis de Xochimilco, Exorcista miembro de la AIE, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas de la Diócesis de Xochimilco. Párroco de “El Padre Nuestro”. Profesor de Teología de la Iniciación Cristiana, de Teología de la Eucaristía, de Teología del Matrimonio, de Semiótica, de Síntesis Teológica y varios Seminarios Teológicos.

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