Uno de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia que suele causar más polémica entre las y los creyentes es el Destino Universal de los Bienes. En pocas palabras, la idea clave del principio es que, si se reconoce a Dios como creador de todos los bienes, entonces están a disposición de todos los seres humanos, sin exclusiones ni privilegios de ninguna clase.
La idea así presentada podrá alcanzar cierto consenso, el problema viene con sus implicaciones. 1) El origen de la desigualdad de los recursos; 2) La función social de la propiedad privada; y 3) La opción preferencial por las personas empobrecidas. Estos tres elementos merecen una gran discusión, pero baste aquí decir que implica la idea de que la mala distribución y su consecuente acumulación de las riquezas son siempre injustas, no solo por su generación en vías ilegales, sino por desarreglos estructurales injustos, no siempre del todo conscientes. Además, subraya que la propiedad privada no es un derecho absoluto, sino que está en función de garantizar el acceso de todas y todos a los bienes creados. Y que, en la distribución de la riqueza, hemos de poner atención prioritaria a los más desposeídos.
La normatividad de este principio señala que, si actuamos con justicia y amor, a nadie la faltará lo necesario para vivir. El problema es que esto no sucede. Justamente los primeros Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se proponen que todas las personas puedan tener acceso a los bienes y servicios básicos para cubrir sus necesidades básicas. La seguridad alimentaria (ODS 2), el acceso universal a atención sanitaria (ODS 3), la educación de calidad (ODS 4) y el acceso a agua potable y saneamiento básico (ODS 6) son indispensables para vivir dignamente y pueden considerarse como parte de las condiciones de la vida social que hacen posible el logro más pleno y fácil de la perfección humana. Además, pueden considerarse enlazados con el primer objetivo que es el fin de la pobreza en todas sus formas.
En este sentido la concepción y medición de la pobreza se ha problematizado. Actualmente, ya no se considera a la pobreza únicamente en términos de ingresos, sino que, bajo una perspectiva multidimensional, también se consideran una serie de carencias sociales. En México, la fórmula de la pobreza es la falta de ingresos, más la carencia en alimentación, servicios de salud, seguridad social, rezago educativo, vivienda y servicios básicos. Como se puede apreciar, están en sintonía con los ODS, mismos que parecen suponer que existen recursos suficientes para que todas y todos podamos vivir con dignidad, por lo que hay que garantizar una justa distribución de estos. Lo cual guarda afinidad con el principio del destino universal de los bienes.
Finalmente, ¿de qué sirve señalar estas afinidades entre Doctrina y ODS? Fundamentalmente para construir puentes de diálogo, pero principalmente de acción, entre los diferentes esfuerzos que combaten la pobreza y las desigualdades, independiente de su credo.
Escrito por: David Vilchis, coordinador se Investigación en IMDOSOC
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