Jaime Septién
Hace unos años el Papa Francisco nos regaló seis “nuevas bienaventuranzas” con las que guiar nuestra vida de fe. Las recordamos en su momento, pero vale mucho la pena volver a traerlas a cuento, hoy que la violencia y la tristeza parecen acecharnos como dos ladronas del corazón:
Habrá quien quiera restarle importancia a este camino estrecho que va al encuentro con el mundo real. Estamos en salida, somos Iglesia en salida. Adiós a los viejos formalismos inútiles. Un cristianismo de formas es un cristianismo deformante. Sin misericordia hundimos a la Iglesia. La Edad Dorada, decía don Quijote en su famoso discurso a los cabreros, era aquella donde nadie decía tuyo y mío. Así es lo que pide, poderosamente, el Papa.
De cada uno depende si la Iglesia avanza o se estanca en un conjunto de grupos, cada uno buscando bienaventuranzas que solamente alimenten a su ego. Aunque suene rimbombante, la bienaventuranza de hoy es la sinodalidad: caminar juntos.
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