Mirar
Hace un par de semanas, estuvimos reunidos 120 obispos del país, con el objetivo general de construir, como pastores, caminos comunes para fortalecer la misión de la Iglesia y su incidencia en la realidad de nuestro país. En los objetivos específicos nos propusimos: Analizar el contexto social y político del país; compartir los avances en los procesos de construcción de paz; construir caminos para profundizar la incidencia e impacto de la Iglesia mediante la realización de estos procesos; evaluar los logros alcanzados por el Proyecto Global de Pastoral en sus primeros cinco años y revisar la ruta del Sínodo de la sinodalidad.
Gianfranco Amato, presidente de la Organización Jurista por la Vida, nos habló de la ideología de género y la dictadura del pensamiento único, así como de la situación actual de los valores fundantes: vida, persona humana, matrimonio y familia, desde el ámbito político. Escuchamos testimonios sobre violencia, migrantes y trata de personas, tanto por parte de obispos que viven en las regiones más conflictivas, como de sacerdotes y laicos que están trabajando en esos ambientes. Escuchamos también a empresarios y académicos. En las escuelas se está enseñando a los niños que ellos pueden escoger su género, sin tomar en cuenta su sexo. ¿Quién autorizó ese cambio educativo? Los del Estado (Provincia, Departamento) de México debemos analizarlo, al escoger próxima gobernadora.
Todavía hay quienes nos dicen que por qué los obispos nos metemos en estos asuntos; que eso es meterse en política, cosa que nos estaría prohibida por nuestras leyes civiles. No han entendido que nuestro camino es Jesús de Nazaret, quien no andaba en las nubes predicando, sino que se encarnó en unas realidades históricas muy concretas y presentó, como centro de su actividad, el ideal del Reino de Dios, que es santidad y gracia, verdad y vida, justicia, amor y paz. Nosotros seguimos ese camino y no podemos pasar indiferentes ante tantas personas que sufren, sobre todo por la violencia e inseguridad que se han adueñado de casi todos los territorios del país. Si nos concentráramos sólo en los ritos religiosos, seríamos como lo sacerdotes y levitas del Antiguo Testamento, a quienes no importó el pobre tirado en el camino, asaltado y abandonado. La Iglesia de Jesús tiene que ser samaritana, misericordiosa, atenta a las periferias personales y existenciales. Es el ejemplo de Jesús y no podemos traicionarlo.
En esa misma asamblea, casi por unanimidad, se aprobaron las adaptaciones litúrgicas indígenas que, en principio se pedían para los pueblos originarios de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, pero que, por petición explícita de los obispos, se extendieron para las demás etnias del país. No es volver a ritos paganos, ni es idolatría, sino que es la celebración de la Misa católica romana con expresiones propias de estos pueblos. No se quita nada a la sacralidad, sino que ésta se vive en otras formas culturales, tan legítimas y válidas como cualquier otra. Son indígenas tan católicos como los demás. Tuve varios ataques en redes sociales por parte de quienes menosprecian a los indígenas, juzgan y condenan lo que no conocen.
Discenir
En el mensaje final que los obispos ofrecemos al Pueblo de Dios, decimos: “Aunque es imposible ignorar los múltiples escenarios, en los que por doquier parecen campear signos de muerte, tampoco podemos caer en desánimos pesimistas que podrían infectarnos de miedos y secuestrar nuestra esperanza. A pesar de las desafiantes realidades que enfrentamos, como la violencia, el crimen, la violación de los derechos, la mentira, la migración forzada, el aumento de la pobreza y la polarización social e ideológica, refrendamos nuestra tarea de luchar para que la paz ocupe el lugar de la violencia, la rivalidad abra paso a la reconciliación y el egoísmo a la caridad, para que la unidad supere a la división, la verdad a la mentira, la justicia a la impunidad y la vida a la muerte.
Tampoco podemos negar ni minimizar los signos de esperanza que encontramos en nuestro país, como la disposición a trabajar, los esfuerzos de las familias para salir adelante, el desarrollo de muchos niños y adolescentes, el esfuerzo de todos para superar los estragos de la emergencia sanitaria, por mencionar algunos. Invitamos a luchar con valor y decisión, convencidos de que el Buen Pastor, que ofrendó la vida en la cruz para rescatar a sus ovejas, pero que vive resucitado y glorioso, nos conduce y acompaña siempre, «su vara y su cayado nos dan seguridad» (Sal 23,4 ). Su victoria es nuestra victoria.
Nuestra opción es caminar juntos. Por eso, los obispos mexicanos deseamos seguir animando a todos nuestros hermanos a avanzar con paso firme y decidido, unidos en la fe, la esperanza y la caridad, sobre todo hacia nuestros hermanos más necesitados, ejerciendo sin fatiga el valor supremo de la misericordia. Necesitamos recobrar el fervor y la frescura pascual de la primera comunidad cristiana, teniendo “un solo corazón y una sola alma” (cf. Hech 4,32). Unidos en comunión fraterna será posible enfrentar los múltiples retos pastorales y llevar adelante los objetivos planteados en nuestro Proyecto Global de Pastoral.
Seguimos promoviendo e impulsando diversas iniciativas por la construcción de la paz, como los encuentros, diálogos, foros, conversatorios y demás acciones que nuestra Iglesia, en colaboración con algunos organismos de la sociedad civil, está realizando en diversos lugares. Oramos para que todas ellas obtengan los ansiados frutos”.
ACTUAR
Tú, que eres Iglesia, ¿qué puedes hacer para que la paz y la justicia reinen en tu familia, en tu barrio, en tu pueblo, en tu comunidad? No digas que no te importa lo que pasa. En donde habrá elecciones en junio próximo, debemos escoger cuál de las opciones ayuda mejor a enfrentar los graves problemas que estamos padeciendo, sobre todo la inseguridad y la destrucción de la familia desde la educación escolar.
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