Columna invitada

Niños mártires de Tlaxcala, un modelo de santidad

El 15 de octubre de 2017, en Roma, el Papa Francisco canonizó a los tres Niños Mártires de Tlaxcala: Cristóbal, Antonio y Juan, los primeros laicos católicos en América que sufrieron martirio en las primeras décadas del siglo XVI, años después de la Conquista, e incluso antes de las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac.

Ellos, junto con Juan Diego, fueron beatificados el 6 de mayo de 1990 por el entonces Papa Juan Pablo II, quien en ese momento visitaba México por segunda ocasión.

Pese a su gran relevancia histórica y evangelizadora, la devoción por estos tres mártires tlaxcaltecas no está lo suficientemente extendida en México.

¿Por qué fue tan importante esta canonización?

Redimensiona a la Iglesia en México y América

México es una realidad apasionante. Nacido de dos raíces nobilísimas, está a la cabeza geográfica de esa gran porción de la humanidad, que es Hispanoamérica, llamada por los Papas san Juan Pablo II y Benedicto XVI como El continente de la esperanza. Su primera raíz son las múltiples etnias mesoamericanas, asentadas en nuestro territorio a lo largo de más de 10 mil años. La segunda, la española, con tal fuerza en el siglo XVI que llegó a crear el imperio “donde no se ponía el sol”.

Ambas raíces tuvieron un encuentro muy traumático, que culminó con la lamentable destrucción de la Gran Tenochtitlán, una de las más bellas ciudades de la historia, en 1521. Pero diez años después, en 1531, Santa María de Guadalupe los reconcilió, les hizo tomar conciencia de que eran una sola Nación y los llevó a construir un nuevo país, que llegó a ser el más importante de América en los siglos XVI al XVIII.

Los santos Niños Mártires de Tlaxcala.

Valora a las etnias mesoamericanas y su gran fe

Mucho se ha escrito, y con justa razón, del grandioso trabajo que hicieron las Órdenes Religiosas en la evangelización de América, especialmente los Franciscanos, Dominicos y Agustinos. Pero poco se conoce todavía sobre la profunda y sincera fe prehispánica que vivían esas etnias, plasmada en la venerada Huehuaetlamanitilizti (Tradición de los Ancianos), transmitida por los Tlamatinime o Sabios.

Vivían esa fe con grandes sacrificios, incluso de su propia vida, como describe admirado Fray Bernardino de Sahagún: “…no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de la Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación…”.

Su fe estaba llena de Semillas del Verbo Divino semina Verbi, y al conocer las tiernas palabras de Santa María de Guadalupe comprendieron que Ella venía a darles su pleno cumplimiento: “la yo perfecta por siempre Virgen Santa María, su venerable Madre del muy verdadero Dios, causa de toda vida, el Creador de las Personas, el Dueño del Cielo, el Dueño de la Tierra”. No dudaron más y se convirtieron en masa y para siempre, conservando esa fe católica durante 5 siglos, siempre en medio de tiranías, revoluciones y persecuciones.

Protomártires de América

“Y vosotros, moradores de esta Nueva España, alegraos de haber tenido unos bienaventurados mártires como lo fueron estos niños y con mayor razón los de esta ciudad de Tlaxcalan, que fue su principal cuna”. Así testimonia Fray Toribio de Benavente, en su Libro de las Cosas de la Nueva España y de los naturales de ella, el impacto que causaron los niños indígenas a los frailes, por su esmerada educación, sus recias virtudes y su inteligencia. Esos niños llegaron a ser sus mejores colaboradores en la tarea evangelizadora.

Los franciscanos arribaron a la Nueva España el 13 de mayo de 1524. Es notable que, muy poco después, estos niños catequizados por ellos tuvieran la madurez para recibir la corona del martirio: Cristóbal en 1527 y Antonio y Juan en 1529, como atestigua en 1541 el mismo Motolinía en su Historia de las Indios de la Nueva España.

Tienen trascendencia universal

En 1990 la Iglesia los puso como modelos de santidad para el noble pueblo tlaxcalteca; ahora los ha propuesto para toda la humanidad. Un modelo de plena actualidad: SON LAICOS, igual que el 99.9% de los 1,200 millones de católicos que formamos parte de la Iglesia Católica; SON AMERICANOS, como la mitad de los católicos actualmente; SON INDÍGENAS, que nos ayudan a valorar a tantas etnias que han sido y son aún despreciadas; SON ADOLESCENTES que nos ayudan a revalorar esos grandes regalos que Dios continúa enviándonos: nuestros niños y nuestros jóvenes.

 

P. Rubén Rodríguez Balderas

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