Jaime Septién
Las palabras del cardenal Gregorio Rosa Chávez a Vatican News sobre el “terremoto político” que vive El Salvador, pueden ser interpretadas de manera global a toda el área que celebra el Bicentenario de la Independencia junto con México.
Lejos de aprender lecciones del pasado, México está a la cabeza, en El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua… seguimos tratando de no conciliar el pasado; tratando de dividir en “buenos” y “malos”, en fin, buscando avanzar hacia ninguna parte (pero con prisa).
Doscientos años no han sido suficientes para establecer, aquí y allá, el Estado de Derecho. Seguimos con la vieja retórica de la igualdad pero con la práctica mordaz de que “unos son más iguales que otros”. Y dictadores –grandotes, chiquitos, estrafalarios o bufones—que juran defender lo que en su fuero interno les importa un rábano defender: al pueblo y a sus instituciones.
Hemos naufragado como región, aunque le echemos la culpa (mucho tiene que ver, sin duda) al vecino del Norte.
Hace dos siglos terminó la guerra de Independencia. Es tiempo suficiente para comenzar a pensar con seriedad en unir fuerzas, derrotar a la pobreza, arraigar a la gente en su hogar y mirar al futuro con decencia, sin humillarse unos a otros. Hay materia. Hay gente que trabaja. Pero con tanto “terremoto político”, dijo el cardenal Rosa Chávez, lo que priva es el miedo.
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