El domingo día del niño, y el gobierno de la Ciudad de México lo celebró, en parte, con un “drag queen show” para niños. En estos espectáculos que se han hecho frecuentes en bibliotecas públicas de Estados Unidos, hombres travestidos de mujeres con atributos grotescos cuentan cuentos a los niños para introducirlos en el mundo de diversidad sexual. A veces exhiben sus partes íntimas y sus predilecciones sexuales trastornadas frente a los pequeños. Una es la razón: la ideología de género va con todo para arrebatar a los niños de la mano de sus padres, confundirlos sobre su identidad sexual, robarles su inocencia y probablemente convertirlos en pequeños travestidos.
Son tiempos de gran incertidumbre para muchas familias. La gente se pregunta ¿qué va a ser de este mundo con tanta perversión? ¿Qué sucederá con los niños y los jóvenes? ¿Hacia dónde va la Iglesia? Son dudas muy legítimas que están en el corazón de los cristianos. No es para menos. La agenda para pervertir a la niñez está bien diseñada por los poderes globalistas del mundo para arrebatar a la familia de sus bases naturales, homosexualizar a los niños, acelerar la industria del aborto y del cambio de sexo, controlar la población y despojar a la sociedad de sus valores morales cristianos. Es un globalismo negativo porque quiere uniformar a todas las culturas bajo una misma manera de pensar que no corresponde a la realidad de la naturaleza humana.
¿Cómo hacer frente a la prepotencia de quienes tienen todo el dinero del mundo para promover su agenda? Nuestros pueblos son acosados por los saqueadores actuales del Templo de Jerusalén: la ONU, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Unión Europea; organizaciones privadas como el Club Bilderberg y el Foro Económico Mundial; personajes como Henry Kissinger, Bill Gates, George Soros; familias como Rockefeller y Carnegie. Todos estos adoradores de Júpiter hacen donaciones millonarias a organizaciones no gubernamentales en diversos países para imponer su ideología anti-vida y anti-familia.
Por otra parte, es especialmente dolorosa la traición de los nativos. El camino sinodal alemán se ha convertido en un colaboracionista del invasor. Obispos, sacerdotes y laicos heréticos se han rebelado contra la enseñanza de la Iglesia en materias de teología y moral, y ha decidido seguir su propio rumbo, con el peligro de arrastrar a otros hacia su misma perdición. Lamentamos también, con profundo dolor, esos hechos que nos llenan de vergüenza, como son los abusos sexuales que han ocurrido en ambientes eclesiales, y que es imperativo corregir y prevenir.
A pesar de todo ello, Jesucristo nos anima a conservar viva la esperanza. Él dice de sus ovejas: “Yo les daré vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10,28). Es un mensaje que nos llena de consuelo y aliento. Dijo el papa Benedicto XVI: “Me sostiene e ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo. Él no le hará faltar nunca su guía y su cuidado”. Sus palabras fueron pronunciadas después de que renunciara a la sede de Pedro en 2013, cuando todo vacilaba en la incertidumbre.
Jesús nos dice con insistencia: “Nadie las arrebatará de mi mano”. Sus palabras no sólo nos animan, sino que nos comprometen a no ceder a las presiones del globalismo destructor del alma nacional. Ellos están profanando los santuarios de nuestras familias a través del despojo de la inocencia de los niños, y están robando las reliquias de nuestra memoria histórica y tradiciones. Pretenden arrojar al suelo los incensarios y llevarse nuestros vasos sagrados para arrancarnos toda vida interior y culto a Dios.
Para que nadie arrebate a nuestros niños y jóvenes de la mano del Señor, hemos de llevarlos al conocimiento de Jesucristo. En Él está la plenitud de felicidad que anhelan nuestras almas. Dar a conocer a Jesús es el mayor servicio que podemos hacer a una persona. Jesucristo es puerto seguro para todos. Él nos protege y resguarda. Cuando un niño tiene la experiencia de conocer a Jesús en familia, aunque años más tarde pueda salirse del camino, quedará en su conciencia la dulce voz del buen pastor que, tarde o temprano, lo atraerá nuevamente hacia su rebaño.
Si vivimos en Cristo podremos desafiar a cualquier poder que quiera imponer su culto idólatra sobre nosotros, porque tenemos la certeza de que en Él esperamos alegres la resurrección de la carne. No hay poder humano que pueda doblegar a los hijos del Resucitado. Dios camina con su pueblo.
Padre Eduardo Hayen:Blog del Padre Hayen
El P. Eduardo Hayen, director del semanario Presencia de la diócesis mexicana de Ciudad Juárez
*Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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