Durante mucho tiempo imaginé que cada año nuevo era como un libro en blanco que Dios me entregaba, dándome la oportunidad de escribir una nueva historia en la que, consciente de todos mis errores e inconsistencias de los años anteriores, podría servirle y mejorar los argumentos, las metas, el alcance y la constancia para perseverar durante 365 días.
Imaginé también que mi libro correspondiente al 2020 sería uno de los mejores, porque ya había planeado gran parte de su contenido y, con petulancia disfrazada de “servicio”, pensé que a Dios seguramente le gustaría mi propuesta.
Pero el Señor tenía otros planes, y en un momento el mundo cambió y, con él, el rumbo de la historia, dejando al descubierto nuestra pequeñez y fragilidad, y evidenciado nuestra miopía e insignificancia ante sus designios.
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…es el Señor del universo, cuyo orden ha establecido, que le permanece enteramente sometido y disponible; es el Señor de la historia: gobierna los corazones y los acontecimientos según su voluntad(cf. Est 4,17c; Pr 21,1; Tb 13,2): “El actuar con inmenso poder siempre está en tu mano. ¿Quién podrá resistir la fuerza de tu brazo?” (Sb 11,21).( 269 Catecismo de la Iglesia Católica).
Sin duda, los dos últimos años han sido muy difíciles, con pérdidas dolorosas y con obstáculos que poco a poco hemos aprendido a superar. Quizá el impacto ante lo impredecible nos paralizó por un momento, pero poco a poco hemos descubierto nuevas rutas y grandes bendiciones y oportunidades en el momento histórico que Dios nos permitió vivir.
¿Qué es los que Dios nos quiere mostrar a través de todos los acontecimientos de los que hemos sido testigos? ¿Cuál es la enseñanza en lo personal y para la sociedad misma?
Redescubrir el valor de la familia, de la necesaria participación de los papás en la educación escolar de sus hijos, de la convivencia en casa, de la solidaridad con los más necesitados, del valor de los sacramentos y los templos abiertos y de la fuerza de la oración que arranca milagros, son solo algunos de los grandes privilegios y enseñanzas que nos ha dejado el 2021.
El 2022 nos presenta grandes retos, porque poco se logrará trabajando por cambiar las políticas públicas si no comenzamos arando y sembrando adecuadamente para fortalecer las raíces y cultivar una cultura humanista y cristiana, ¿qué es lo que quiere el Señor de nosotros este año?
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Hay una larga fila de necesitados: migrantes, víctimas de la violencia, familias en pobreza extrema, indigentes, ancianos abandonados, víctimas de la explotación sexual e infantil, niños sin escuela…
El sufrimiento que el Covid nos ha traído también nos ha dado la gran oportunidad de abrir los ojos y hacer el bien a nuestros semejantes: “aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”
Este año no he intentado convencer a Dios de mis planes con mis pobres argumentos, confiada en que el Espíritu dirija mi escritura en el Servicio de mis hermanos.
Consuelo Mendoza García es ex presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia y presidenta de Alianza Iberoamericana de la Familia.
*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores, y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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