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El 95% de los mexicanos dice creer en Dios, según la Encuesta Mundial de Valores, que reseña el periódico nacional El Financiero, en su edición del 22 de marzo. El 90% afirma que hace rezos u oraciones en algún momento. El 75% considera que la religión es muy o algo importante en su vida. El 62% reza de manera más o menos frecuente. El 60% asiste a servicios religiosos por lo menos una vez al mes. El 43% asiste por lo menos una vez a la semana. Si esto es así, ¿cómo se explica que haya tanta violencia, extorsiones, secuestros, asesinatos, robos, narcotráfico, corrupción, inseguridad, huachicoleo, etcétera?
Otra encuesta revela que, entre las cincuenta ciudades más violentas del mundo, hay catorce mexicanas, encabezadas por Tijuana y Acapulco; le siguen Ciudad Victoria, Ciudad Juárez e Irapuato. Después, Cancún, Culiacán, Uruapan, Ciudad Obregón, Coatzacoalcos, Celaya, Ensenada, Tepic y Reynosa. Esto es una contradicción con el hecho de que la mayoría decimos ser creyentes.
Según el censo del año 2000, cuando el 88.22% de los mexicanos se declaraba católico, había Estados con un porcentaje más alto: Guanajuato (97.12), Aguascalientes (96.35), Jalisco (96.09), Querétaro (96.05), Zacatecas (95.90), Michoacán (95.56), Tlaxcala (94.24), Colima (93.76), Nayarit (92.55), Puebla (92.35), Estado de México (91.92), Hidalgo (91.40). La Ciudad de México llegaba al 91.12. Los más bajos eran Campeche con 75.04, Tabasco con 72.26, Quintana Roo con 71.76 y Chiapas con sólo el 64.16. El censo de 2010 arrojó algunos cambios: el 83.95% de mexicanos se declaran católicos y en Chiapas sólo el 58.30%, pero las variantes entre Estados se mantienen.
Traer a colación estas cifras no es sólo por un recordatorio estadístico, sino para advertir que algunos de los Estados donde hay más narcotráfico y grupos delincuenciales, son los de mayor porcentaje católico. Este dato, ¿qué tipo de catolicismo revela? ¿No será tiempo de conversión, de mafiosos y de nosotros? ¿Tiempo de revisar la evangelización y toda nuestra práctica pastoral?
Es común que narcotraficantes, extorsionadores, secuestradores, ladrones y otros delincuentes usen imágenes religiosas, como amuletos para que les protejan, o sólo como un recuerdo de su hogar, de su madre que les puso un escapulario, un crucifijo, una estampita de la Virgen. En el fondo, tienen una chispita de fe, una creencia diluida, una búsqueda de protección, pero no para seguir los mandatos de Dios, sino para lograr sus objetivos malévolos. Por una parte invocan a Dios, a la Virgen y a los Santos, y por otra hacen lo contrario a la fe verdadera. Denotan una total falta de evangelización. Aunque se digan católicos o creyentes, demuestran que no lo son.
Algo semejante pasa con algunos políticos, legisladores, gobernantes, empresarios, artistas, comunicadores, deportistas, que vergonzosamente ocultan sus creencias religiosas, pero llevan en su cartera, o debajo de su ropa, alguna imagen católica. Tenerla consigo les ayuda a encomendarse a Dios y a la Virgen, a los santos o a los ángeles, para pedir que les vaya bien, pero en sus criterios y comportamientos se olvidan de esas raíces o motivaciones. Son injustos, defraudadores, libertinos e infieles a su matrimonio. Son una mecha humeante, escondida y a punto de apagarse, no una luz que brille a su alrededor; no iluminan a otros con la luz de su fe, sino que se comportan como cualquier pagano.
Las mafias pueden estar en todas partes, no sólo entre los narcos. Hay mafias en la política, en el deporte, en el magisterio, en grupos de poder económico, etc. También las puede haber en un partido hegemónico, bajo las órdenes de un mandante impositivo, pues si no haces como él decide, te quedas sin parte en el pastel; o entre quienes se organizan para imponer una ideología.
Pensar
La Cuaresma que vivimos, en camino hacia nuestra resurrección con Cristo en la Pascua, es un buen tiempo de reflexionar y convertirnos más y más.
En Palermo, Sicilia, dijo el Papa Francisco: “No puedes creer en Dios y odiar a tu hermano, quitar la vida con odio. La Biblia recuerda esto: ‘Si uno dice: Amo a Dios, pero aborrece a su hermano, es un mentiroso’ (1 Jn 4,20). Un mentiroso, porque desmiente la fe que dice que tiene, la fe que profesa Dios-Amor. El amor de Dios repudia toda violencia y ama a todos los hombres. Por lo tanto, la palabra odio debe ser borrada de la vida cristiana; por eso, uno no puede creer en Dios y maltratar a su hermano. No se puede creer en Dios y ser mafioso. El mafioso no vive como cristiano, porque blasfema con su vida el nombre de Dios-Amor. Hoy necesitamos hombres y mujeres de amor, no hombres y mujeres de honor; de servicio, no de dominio. Tenemos necesidad de caminar juntos, no de perseguir el poder. Si la letanía de la mafia es: ‘Tú no sabes quién soy yo’, la cristiana es: ‘Yo te necesito’. Si la amenaza mafiosa es: ‘Me la pagarás’, la oración cristiana es: ‘Señor, ayúdame a amar’. Por eso, digo a los mafiosos: ¡Cambiad, hermanos y hermanas! Dejad de pensar en vosotros y en vuestro dinero. Sabéis, sabéis que el sudario no tiene bolsillos. No podéis llevaros nada. ¡Convertíos al verdadero Dios de Jesucristo, queridos hermanos y hermanas! Os digo a vosotros, mafiosos: Si no lo hacéis, vuestra vida se perderá y será la peor de las derrotas” (15-IX-2018). Consulta el mensaje completo aquí.
Actuar
En vez de sólo juzgar y condenar a los demás, al sistema, al gobierno, a las iglesias, cada quien veamos en qué debemos cambiar; qué actitudes son contrarias a la fe, al camino de Jesús. Muramos a nuestros pecados, para resucitar con Cristo a una vida nueva.
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