Consuelo Mendoza
Como cada mayo, esperamos los festejos para homenajear a las mamás. La figura materna despierta los sentimientos más nobles, quizá porque representa la imagen de un amor incondicional, genuino e inagotable, dispuesto siempre a dar, a acoger y a perdonar.
Las mamás, a pesar de tener consciencia del origen comercial de esta celebración, esperamos con ilusión este día para recibir de manera especial el amor de los hijos, cuando son pequeños en los festivales escolares, o en tarjetas que dicen “mamá te amo porque haces muy rico de comer”; luego, cuando crecen, con las serenatas “sorpresa”, las reuniones familiares o las invitaciones a lugares especiales. Cualquier detalle de cariño nos hará felices.
Pero la mercadotecnia o el sentimentalismo exacerbado, muchas veces distorsionan la imagen de la mamá asociándola a un papel de sumisión y abnegación; mientras que las ideologías hacen lo suyo, y han permeado en nuestra sociedad, nuestros hogares, nuestras mujeres, encargándose denostar la maternidad y presentándola como un enorme lastre para el crecimiento profesional, intelectual, la diversión y la vida en libertad.
Ser mamá no es una tarea fácil, más bien, es muy difícil, por eso nos gustan los reconocimientos a nuestra labor diaria y silenciosa; pero los beneficios adquiridos con la maternidad son mucho más grandes, y es necesario que nosotras, las mamás, los podamos transmitir a las demás mujeres y a las nuevas generaciones.
Lejos de romanticismos y visiones subjetivas, la maternidad, igual que la paternidad, son una vocación, es decir, un llamado específico de Dios, es una inclinación que te pide elegir una forma de vida; algunos son llamados a la vida consagrada, otros al matrimonio y con él a la paternidad y a la maternidad.
La experiencia propia y la de tantas mujeres con las que he tenido el privilegio de coincidir en el camino y que son un ejemplo de vida por su valentía, decisión y crecimiento provocado por la maternidad. Madres solas que han dicho sí a la vida y han salido adelante a pesar de las circunstancias y sin el apoyo de un hombre; mujeres con vocación a la maternidad que han vivido el proceso de adopción semejante a un embarazo: con la esperanza y miedo de no lograrlo. Mujeres trabajadoras, que encuentran todas las maneras posibles para combinar la profesión u oficio con su función principal de ser mamá.
La maternidad, lejos de limitar, es una constante invitación a ser mejor: mejor persona, madre, hija; mejor profesionista, ama de casa o trabajadora; saca las fuerzas necesarias para afrontar cualquier situación, vencer obstáculos, el coraje para sacar a cada hijo adelante en las amenazas o a pesar de las adversidades.
Ser madre es encontrar el porqué y el sentido a nuestras vidas, aceptar ser copartícipes de la Creación, y tener la oportunidad trascender, dejando nuestra huella y nuestra semilla en cada hijo.
Dicen que el amor de una madre es lo más parecido al amor de Dios. Ser mamá es un beneficio que nos permite entender el amor de Dios que es Padre y es Madre, en cada uno de sus hijos.
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