Con el objetivo de cuidarnos, cuidar a los niños y obedecer, hace más de un año que no asistimos regularmente a Misa. Nos hemos adecuado a las transmisiones, y agradecemos la “cercanía” digital en estos tiempos de pandemia.

Como a todos, el encierro y el cambio de vida repentino, nos han afectado consciente o inconscientemente; ha hecho algunos estragos en mi carácter, pero sobre todo… he sentido una inevitable tibieza espiritual que trajo consigo las preocupaciones y obligaciones de una madre de familia fulltime.

Aunque me ha costado entender que la espiritualidad en este estado de vida es diferente a cuando uno es joven y sin dependientes, llevo varios años añorando esa vida de intensa espiritualidad tangible.

En el ultimo par de meses, he podido constatar que esa irritabilidad, o aquel pecado que ya sentía dominante, se pueden superar con la Gracia, con el alimento que da el reencontrarse con Dios.

Mucho de lo que la humanidad está padeciendo tiene su cura, o al menos, un yugo listo para recibir todas nuestras penas o inquietudes, para cargarlas con nosotros.

No soy de las que reemplaza la salud mental con una confesión o una dirección espiritual, pero, sin duda, ahora que se habla y se “normalizan” los problemas de equilibrio mental, está faltando también hablar y recetar una buena salud espiritual, agendar esa confesión, alimentarse de la Eucaristía, esa visita a casa donde nos sentimos parte de, donde sabemos que Él nos espera.

La tibieza, existe, afecta y merma nuestro equilibrio humano.

Porque humanamente es imposible responder a todas nuestras obligaciones al 100%, para eso están las Gracias de estado, es decir, esas Gracias que en cada etapa de tu vida te ayudan a lograrlo, a hacerlo trascendente y a tratar de ser perfectos, como el Padre lo es.

No obtenemos esas Gracias de estado si no vamos y las pedimos, si no vamos y hacemos espacio en nuestro corazón y el alma para que lleguen.

Nos urge ir a descargar el yugo que nos pesa y que nos ha trastornado, ahí donde  Dios, la Iglesia y nuestros sacerdotes nos están esperando.

Esto no es un llamado a salir y llenar las iglesias imprudentemente, pero sí a buscar los sacramentos, a retomar la Gracia y esa constancia que necesita nuestra alma, porque precisamente es la tibieza la que termina por hervir a la ranita sin que lo note.

*La autora es filósofa, esposa, madre de familia, consultora de imagen y fundadora de Macadamia.

 

Los artículos publicados en la sección de Opinión son responsabilidad exclusiva de los autores, y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

Pilar Rebollo

Entradas recientes

Binomio para el bienestar

Silvia, con su obra, no sólo ayuda a personas ciegas, también subraya la necesidad de…

1 hora hace

Desintegración familiar: 9 acciones básicas para prevenirla

Toda familia tiene un grado de funcionalidad y disfuncionalidad. Las familias no son perfectas, pero…

6 horas hace

Novena a Santa Teresa de Jesús (de Ávila) para pedir su intercesión

Del 6 al 14 de octubre se realiza la novena a Santa Teresa de Jesús…

6 horas hace

Sin dar por hecho

Seamos perseverantes como el personal de las aerolíneas. No importa cuantas veces demos el mensaje

24 horas hace

Recemos el Rosario por el Sínodo y la paz en el mundo

Algunos consideran que el Rosario es la oración de los sencillos y de los grandes,…

1 día hace

Cordonazo de San Francisco 2024: ¿qué es y cuándo ocurre?

Conoce la razón por la que “el cordonazo de San Francisco” lleva el nombre del…

1 día hace

Esta web usa cookies.