Orza y alcuza son palabras muy castellanas. La primera indica la vasija para guardar conservas y la segunda significa el contenedor para el aceite. En términos espirituales hacen alusión a la providencia de Dios que a veces nos pone a prueba y quizá hasta en situaciones extremas.
Dios, por medio del profeta Elías, ha cerrado los cielos y no habrá lluvia en la región como escarmiento por tanta idolatría. La profecía fue para todos y el profeta Elías sufre también las consecuencias. Se refugió en un torrente que se secó. Casi muerto de hambre y sed camina hasta encontrar a una mujer viuda y a su niño. Ellos sólo tienen un poco de harina en la orza y una pequeña cantidad de aceite en la alcuza. Saben que les espera la muerte. (1Re 17,7-16)
Cuando llega Elías a esa casa, la mujer lo reconoce como un hombre de Dios y cree todo lo que él le dice. Le pide que le prepare un pan y que él comerá primero. Luego comerán ella y el niño. La mujer, en un acto enorme de fe, confía en esas palabras del profeta: “Ni la orza de harina se vaciará, ni la alcuza de aceite se agotará”.
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En medio del paganismo y la infidelidad a Dios, el Señor tiene un resto fiel. Elías es de los poquísimos profetas fieles, y la mujer pertenece a esa pequeña porción fiel del pueblo de Dios. Ese resto fiel es aquel que tiene un alto nivel de confianza en Dios a pesar de las dificultades extremas.
En estos tiempos de Covid-19 hay infectados que van al hospital con toda su confianza puesta en el Señor. Saben que la prueba es extrema y que su vida está en las benditas manos del Padre celestial. Entre esas paredes frías y caras desconocidas del hospital están dispuestos a entregarse en las manos de Aquel que los amó hasta el extremo y a cumplir su voluntad. También los restauranteros y muchos dueños de negocios donde la orza y la alcuza están casi vacías por una economía que se rompe, hay buenos cristianos que, en vez de maldecir, bendicen a Dios y confían en él. En los tiempos más difíciles, Dios tiene sus profetas y su resto fiel.
Artículo publicado originalmente en el blog del P. Eduardo Hayen
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