Arturo Zaldívar, presidente de la Suprema Corte, declaró el 28 de junio pasado como un “día histórico para las libertades”. La corte declaró inconstitucional los artículos de la Ley General de Salud que prohíben el consumo de marihuana. Dijo: “Se consolida el derecho al libre desarrollo de la personalidad tratándose del uso lúdico o recreativo de la marihuana”. Es un paso más adelante hacia la despenalización de las drogas en México.
La pregunta es si el derecho al libre desarrollo de la personalidad conducirá a los mexicanos por el camino de la verdadera libertad o por la ruta hacia nuevas esclavitudes.
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El concepto de derecho al libre desarrollo de la personalidad es sumamente ambiguo. El concepto implica el consumo legal de todas las drogas, pero también incluye la libertad para abortar, para considerar legítima cualquier tipo de unión afectiva y sexual, para quitarse la vida incluso. Además, pulveriza los derechos de los padres para educar a sus hijos según sus valores y convicciones. Es un concepto que privilegia los deseos individuales y anula los deberes; que mira a la Familia natural y a la Iglesia –custodia de la Verdad y la disciplina– como enemigas de la libertad y del progreso.
El libre desarrollo de la personalidad choca con la doctrina del pecado original que predica la Iglesia, según la cual el hombre nace con una herida que lo hace tender al placer y al egoísmo. La Iglesia enseña que los seres humanos vivimos en una lucha del bien contra el mal; que tenemos dificultad para descubrir la Verdad y el bien y mantenernos en él; que fácilmente nos dejamos llevar por la mentira y el error. Para sanar esta herida es necesaria la luz de la razón iluminada por la fe, así como una disciplina para refrenar nuestras pasiones desordenadas y encauzarlas hacia las virtudes. La Iglesia nos muestra que la libertad es una conquista que exige superación personal, autodominio, disciplina y esfuerzo.
El libre desarrollo de la personalidad, por el contrario, es pura idolatría de la libertad sin tener referencia a la Verdad ni al bien. Alexander Solzhenitsyn, ex prisionero del gulag soviético, decía que “Cuando Europa conquistó la libertad en torno al siglo XVII, ésta era una noción sagrada. La libertad desembocaba en la virtud y el heroísmo. Y lo han olvidado. Esa libertad que para nosotros sigue siendo una llama que ilumina nuestra noche se ha convertido para ustedes en una realidad mustia y a veces decepcionante porque está llena de oropeles, de abundancia y de vacío. Ya no son capaces de sacrificarse ni de comprometerse apenas por ese fantasma de la antigua libertad”.
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Nos encaminamos hacia lo que el cardenal Sarah califica como la dictadura de la libertad desenfrenada. Despenalizar la marihuana en México en el nombre del libre desarrollo de la personalidad no es libertad sino libertinaje y, por tanto, es cáscara vacía. Mientras que para los católicos la libertad es una llama que ilumina el camino hacia lo Alto, para la progresía mexicana es un sentimiento ciego que arrastrará al país hacia sus bajas pasiones y sus abismos.
El Pbro. Eduardo Hayen es un sacerdote de la Diócesis de Ciudad Juárez y director del periódico Presencia.
Los artículos de opinión son responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
Artículo publicado originalmente en el blog del P. Eduardo Hayen
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