“La esperanza nos interpela, moviliza y rompe el conformismo del «siempre se hizo así»” Estas fueron unas de las palabras con las que el Papa Francisco inicio el Sínodo de los Obispos con el tema “los Jóvenes, la Fe y el Discernimiento vocacional”, en el cual soy la única mujer mexicana, laica, que participa como auditora.
Soy una chica de 25 años, licenciada en Marketing; docente de canto y actuación en Teatro Musical (mi más grande pasión) tengo una familia maravillosa tan rica por su diversidad: hay doctores, maestros, administrativos y yo, una artista experta en la mercadotecnia y la comunicación.
Soy conversa -para los que no saben que significa, quiere decir que no creía en Dios hasta que un día maravilloso lo conocí-. A los 18 años comenzó mi camino consciente en la Iglesia católica, una decisión meditada y aventurada, pero sin duda llena de amor; en esta experiencia Jesús y yo nos hicimos la promesa de caminar juntos, yo le diría que “Sí” a esas misiones que me solicitará y Él me acompañaría en estas aventuras.
Una madrugada del pasado marzo abrí mi correo electrónico y tenía un mensaje de la Secretaría del Sínodo de los Obispos en el Vaticano. ¿Cuál fue mi reacción?, “creo que es un correo spam”. En noviembre 2017 mi director espiritual el Padre Paulo, me pidió mi currículum y que le apartará una semana en específico; cuando revisé y eran las mismas fechas todo cobró sentido.
Antes tuve la oportunidad de participar en la Reunión Presinodal; algo totalmente nuevo en la Iglesia Católica, un “mini sínodo” de puros jóvenes; en el cual expresamos nuestro sentir, nuestras heridas que el Papa Francisco quería saber, “sin miedo, sin filtros, sin vergüenza”.
Una vez más Dios me pide dar un Sí generoso, ahora en el Sínodo de los Obispos, soy la única mujer mexicana, que no pertenece a un grupo parroquial o una asociación o congregación. Que viene en calidad de comprometida con Dios y con sus hermanos; que su día a día se desarrolla con jóvenes creyentes y no creyentes, con jóvenes que han sido rechazados, juzgados, incluso excluidos.
El primer día iniciamos el trabajo por la tarde después de la Santa Misa, al entrar al Aula Paulo VI, el Papa Francisco estaba en la puerta saludándonos a cada uno, no puedo explicarte la emoción que corría por nuestros corazones.
Una de las intervenciones que marcó fuertemente mi alma ese día fue el del Monseñor Anthony Fisher, Arzobispo de Sídney, quien dijo: “querido joven te pido perdón por aquellos errores que hemos cometido en la Iglesia, por aquellas heridas causadas, por las veces que no se te escuchó, por todos aquellos jóvenes que han sido excluidos, pero te pido que por nuestros errores no dejes de creer en Jesucristo y en su Amor.” Para mí, fue un ejemplo de humildad.
Aún queda mucho por hacer, leer y proponer; somos jóvenes, revolucionarios, enérgicos, incluyentes, fraternos y sedientos del cambio, pero también tenemos miedo, confusiones y necesitamos una real, fiel y autentica compañía y escucha. Sé que tenemos mucho por aprender, pero si conciliamos lo moderno con la tradición creceremos y tendremos grandes frutos. ¡No tengamos miedo al cambio!
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