Eduardo Hayen Cuarón
Gracias a Dios la OEA condenó, por inmensa mayoría de votos, la actitud de persecución del gobierno dictatorial nicaragüense hacia la Iglesia católica del país. También lo han hecho algunas conferencias episcopales y ex mandatarios españoles y latinoamericanos.
¿Quién ha dicho que la vida cristiana es un lecho de rosas? Nuestros hermanos nicaragüenses están viviendo, en estos momentos y de manera dramática, el combate contra la soberbia del tirano. “Esfuércense por entrar por la puerta estrecha”, dijo el Señor (Lc 13, 24). La fe católica, bien vivida, siempre encontrará resistencia de quienes rechazan el mensaje de la misericordia de Dios y prefieren apegarse a sus ídolos. En este caso se trata del mismo dictador Ortega cuyo apego al poder hace perseguir a quienes lo cuestionan.
El cristianismo no causa problemas a nadie cuando se ora, cuando se celebran los sacramentos o se hacen peregrinaciones. Pero cuando se debe denunciar el pecado, cuando se habla de la santidad del matrimonio, de justicia social o de moral sexual, de aborto y eutanasia, cuando se defiende la dignidad de un pueblo contra los regímenes totalitarios, las cosas se ponen difíciles para los cristianos. Especialmente los obispos y sacerdotes se vuelven antipáticos y se hacen objeto de persecución. Sucede hoy en Nicaragua y sucederá, de alguna manera, en la vida de quien se considere verdadero discípulo de Jesús.
La Revelación bíblica inicia con un combate en el cielo en el mundo de los ángeles. Miguel y Luzbel combaten en una batalla mortal. El príncipe de los ejércitos del Señor, en su “¡Quién como Dios!” se esfuerza por entrar por la puerta estrecha; Luzbel en su “¡Non serviam!” defiende el camino ancho que lleva a la condenación eterna. La lid del mundo angélico tiene su prolongación en la tierra. Decía Pascal que “la guerra más cruel que Dios puede hacer a los hombres en esta vida, es dejarlos sin aquella guerra que vino a traer”. Si por ser cristianos no encontramos ninguna oposición, es que estamos viviendo mal el seguimiento de Cristo, y lo más probable es que tengamos el alma paralizada o reseca hasta la muerte.
El mundo nos invita a la mediocridad espiritual y Cristo llama a combatir por la santidad y por la Iglesia a todos los bautizados: “Esfuércense por entrar por la puerta estrecha”. Desde nuestras eucaristías apoyemos con la oración a los católicos de Nicaragua, para que defiendan su fe con valentía y a sus sacerdotes. Sean nuestros hermanos centroamericanos audaces, iracundos y alegres.
Audaces, es decir, capaces de acometer, de resistir y soportar al tirano Ortega y a su señora –entregada por cierto a la brujería–, superando temores y obstáculos, movidos siempre por la búsqueda de victoria; orando y peleando en medio de las dificultades. Iracundos sin desdeñar la mansedumbre de Jesús, sino con esa energía constructiva para alcanzar un bien arduo que es el derecho a su libertad religiosa en su país; con la indignación y el enojo ante la corrupción, el caos y la deformación de la Verdad que hace el régimen sandinista-comunista; y alegres porque la Esposa de Cristo no puede estar triste, ya que vive presintiendo cerca el Paraíso.
Católicos nicaragüenses, en medio de su paso por la puerta estrecha de la persecución, mantengan la alegría de saber que con ustedes combate el Señor de los Ejércitos, el que los amó primero y dio su vida en la Cruz para abrirnos las puertas de la eternidad.
¡Ánimo hermanos de Nicaragua! Desde México estamos con ustedes en comunión de oración, especialmente en la Eucaristía.
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