El doloroso incendio en la Parroquia de la Santa Veracruz, en el Centro Histórico de la Ciudad de México –en la Alameda– nos deja muchas interrogantes y enseñanzas.

Ha sacudido a nuestra Iglesia Arquidiocesana, a nuestra nación y al mundo de la cultura. Debemos tener cuidado y no aventurarnos a hacer elucubraciones y condenas por lo que se pudo hacer y no se hizo; es un llamado a la conciencia de todos por cuidar y resguardar los Bienes Culturales, en mi caso más particular, bajo la custodia de la Iglesia. Por esto creo conveniente compartir unas reflexiones.

La Parroquia de la Santa Veracruz, en cuanto Monumento Histórico, Patrimonio de la Nación y de la Iglesia, ha pasado y “soportado” todas las vicisitudes históricas, tanto sociopolíticas como del paso del tiempo, incendios, saqueos y descuidos. Pero ahí está, símbolo de la fe y de la identidad de nuestro México, lindo y querido. Ahora, en este mes patrio, nos duele ver con impotencia que no hemos hecho bien nuestra tarea. Hoy nos acerca más, Iglesia y Estado, a velar por nuestro Patrimonio, a estar atentos a un mantenimiento preventivo de manera continua; el esfuerzo de ayudarnos y apoyarnos todos para reconstruir y devolverle el esplendor a nuestras iglesias, templos vivos de fe, signo de identidad de los pueblos, colonias y barrios.

¡Sí! Duele mucho ver el estado de nuestros tesoros, de nuestra más valiosa herencia religiosa, de aquellos que con mucho valor y esfuerzo levantaron, llenos de fe, estas expresiones vivas de la fe, estos lugares sagrados para el culto y la caridad. No es el inmueble, no son las pinturas de grandes autores, ni las imágenes escultóricas, sino lo que nos dicen y nos enseñan; son testimonio histórico de quienes somos y lo que podemos hacer. Todo hecho por personas y para las personas, su finalidad es reunir y celebrar, lugar y referencia de un pueblo, de las comunidades. Tenemos que recuperar y revalorar lo que son, y estamos “obligados” a conservar, para que sirvan para lo que fueron hechas. Responsabilidad de todos, instituciones y comunidades. Esta experiencia no grata, nos lleva a ver a todas nuestras iglesias y estar atentos a atenderlas y darles su mantenimiento a tiempo.

He escuchado, al contemplar las imágenes del incendio y sus rebrotes en la torre campanario de la Santa Veracruz durante estos días, hasta teorías de conspiración. Me da risa primero y luego preocupación; me molesto cuando oigo que queremos meter a la cárcel, sin análisis ni juicio, a un pobre que pudo haber sido causante del incendio; es preocupante que nos quieran echar a pelear Iglesia y Estado, cuando vamos caminando juntos en la Reconstrucción de las iglesias dañadas; aquí apliquemos bien el Evangelio, todos vamos en la misma barca y debemos remar juntos para llegar a la orilla, no estamos solos. Dejemos de lado la politiquería y el divisionismo, con respeto y caridad, si no proponemos y no ayudamos, no estorbemos.

Hay avances significativos y alentadores para la comunidad parroquial de la Santa Veracruz, para la Iglesia arquidiocesana y para el mundo de la cultura, creyentes o no. La preocupación e interés de las instancias de Cultura y de Gobierno, Federales y Locales es, “que se va a restaurar” toda ella, lo que arrastra del Sismo del 2017 y lo del incendio. Está la promesa manifestada en compromiso que, para el 2021, se abre y se podrá celebrar el culto sin ningún problema, así lo he entendido yo, lo he oído fuerte y claro, lo he seguido con análisis crítico en las noticias. Soy sacerdote de la Iglesia arquidiocesana y soy, así me siento y me lo han hecho sentir, miembro del Comité de Reconstrucción de la CDMX; somos una unidad de amigos al servicio de los fieles, preocupados y atentos a restaurar lo dañado. Soy, digamos así, como santo Tomás Moro, hombre de dos reinos, inmerso y preocupado por el Reino de los cielos y las realidades terrenas.

Quiero, por ello, compartir estas experiencias y acompañar estos procesos, nada fáciles ni rápidos, con ustedes queridos hermanos. El Sr. Cardenal, los Sres. Obispos auxiliares y los sacerdotes estamos unidos con las autoridades civiles para ayudar a que nuestras iglesias se arreglen y vuelvan a abrirse para recibir a los fieles adoradores y a los admiradores de los Bienes culturales y artísticos, a resguardar y conservar el Patrimonio de todos nosotros. Preciso, no hay pleito con el “gobierno”, hay mucho diálogo y el interés mutuo de todos por arreglar, restaurar y conservar todo el monumento; el sismo y la pandemia nos obligaron a cerrar los edificios, y nos llamó y sigue llamando a mantener el culto con un corazón alegre, para con toda seguridad poder accesar a nuestras iglesias, libres de miedos.

En mis recorridos de iglesias dañadas, junto con las autoridades encargadas de la Reconstrucción, ha surgido el reclamo de los sacerdotes y de las comunidades, por cuándo serán intervenidas, ¡ahí vamos! Pero lo que me ha llamado más la atención es que quieren que sus iglesias se arreglen aunque sus viviendas sean atendidas después. Me ha dejado bastante sorprendido, ya que refleja su amor a Dios y su identidad comunitaria.

*El P. Salvador Barba es el enlace para la Reconstrucción de los Templos de la Arquidiócesis Primada de México y colaborador de la Dimensión de Bienes Eclesiásticos de la misma Arquidiócesis.

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Pbro. Salvador Barba

Es sacerdote diocesano y director de la Dimensión de Bienes Culturales de la Arquidiócesis Primada de México. Actual párroco en la iglesia de San Pío Décimo en la Ciudad de México.

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