Una buena calidad del aire, eso es lo que muchos capitalinos deseaban en días pasados cuando enfrentamos una fuerte contingencia ambiental por altos niveles de partículas 2.5 resultado de incendios forestales y condiciones desfavorables para la dispersión de contaminantes.
Ante esta realidad, me han preguntado si algún día será posible vivir sin contingencias ambientales o si es éste es un problema que se repetirá año tras año.
Claro que es posible vivir sin contingencias ambientales en la Zona Metropolitana del Valle de México, la tecnología y el conocimiento para lograrlo ya existen, también está el ejemplo de naciones que han aprendido a tener una mejor gestión de la calidad del aire, sin embargo, se requiere voluntad de todos los involucrados y de mano dura para llevar a cabo las acciones, que siempre pueden afectar los intereses de grupos de poder.
Si bien la contaminación es un problema global, en el que de acuerdo con la OMS, 9 de cada 10 personas en el mundo respiran aire con altos niveles de contaminantes, hay ciudades europeas que trabajan por reducir sus niveles de partículas, es el caso de Finlandia, Estonia, Suecia, Noruega e Islandia, las menos contaminadas según la organización.
Si los países europeos pudieron, si Estados Unidos ha podido controlar los niveles tan altos de contaminantes que tienen, ¿nosotros no podemos? En México, para monitorear la calidad del aire, tenemos una red muy buena, una de las mejores de América Latina y a un ganador de un Premio Nobel de Química por sus investigaciones sobre la atmósfera, el doctor Mario Molina, lo que se requiere es mayor acción.
Son dos puntos los que a mi consideración son básicos para la gestión de la calidad del aire. El primero es la reducción en el uso de los combustibles fósiles -petróleo, gas natural, carbón – y la transición hacia energías más limpias.
El mundo avanza cada vez más hacia una mayor construcción de plantas de energía eólica y a la generación de energía a partir de paneles solares, lamentablemente en México seguimos peleándonos por construir más refinerías.
Por ello, en primer lugar habría que tomar los caminos correctos, sin embargo, nuestros gobiernos se resisten a hacer esos cambios tan necesarios.
El otro gran problema es el enorme tráfico vehicular de la Ciudad de México. Si hubiera un transporte público eficiente y de calidad, seguramente que muchos ciudadanos no utilizaríamos el automóvil, eso es un hecho.
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Pero esa es la eterna promesa sin cumplir, un transporte público eficiente, lo que tenemos es un transporte masivo tan deprimente, tan obsoleto y tan mal organizado que obliga a que la gente utilice el automóvil.
Por parte de la ciudadanía también nos corresponden acciones muy sencillas y de sentido común, que pueden parecer mínimas, pero funcionan, pues juntamos el actuar de los 22 millones de habitantes del Valle de México.
Nos corresponde usar de forma responsable el automóvil: Si vamos a ir a un centro comercial que está a 10 minutos de nuestra casa, podemos caminar. También usar la energía de nuestros hogares de forma eficiente y responsable, con duchas más rápidas para gastar menos gas, así como evitar prender las hornillas si no se va a calentar algo.
A los especialistas nos corresponde hablar con los tomadores de decisiones y con nuestros estudiantes. Lo que hacemos en la UNAM y lo que enseñamos es que las decisiones sobre la calidad del aire se deben tomar con fundamentos técnico-científicos.
Nuestra esperanza es que en las decisiones públicas algún día gane la ciencia sobre la política.
*Especialista en Química Atmosfética e Ingeniería Ambiental del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM. Es Doctor en Ingeniería Ambiental.
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