Todos fuimos dotados con el libre Albedrío, incluso nuestra Santísima Madre María tuvo la opción de elegir su respuesta ante el mensaje que Dios le envió a través del arcángel Gabriel. ¿Te imaginas que habría sucedido si ella hubiera respondido con una negativa? No puedo dejar de pensar en cuál habría sido el plan b que habría tenido Dios. Por fortuna, Ella dijo Sí.
Una de las tantas bendiciones que nos da la Virgen María, además de su abrazo de Madre amorosa, es la enseñanza y ejemplo de fe, fortaleza y obediencia para responder con un “sí” a la voluntad de nuestro Padre, sin importar los sacrificios, riesgos y sufrimientos que ésta exija de nuestra parte.
¿Cuántas veces nos hemos peleado con la voluntad de Dios? Tratando de adaptarla (inútilmente) a nuestra conveniencia. Nos hacemos un Dios “a la medida” de nuestras necesidades, creyendo que Él está ahí para cumplir caprichos y perdonar nuestra falta de compromiso para hacer lo que nos manda.
Es así que nos aferramos a ver materializados nuestros deseos a partir de motivaciones superfluas y desde una mirada limitada, cortoplacista y terrenal, sin entender que la perspectiva de Dios es superior, profunda y eterna.
Ella dijo sí y nació el sentido de nuestra vida, dijo sí y partió la noción del tiempo en dos: antes de Cristo y después de Cristo. Dijo sí a nuestra salvación, sí a la redención de nuestros pecados, sí al amor por encima de la muerte y el pecado, además de un sí lleno de valor para afrontar el insuperable sufrimiento de ver morir a su hijo en la cruz.
No pretendo llegar siquiera a tener ni una millonésima parte del amor perfecto que tuvo nuestra Santísima Madre María, pero creo que todos podemos intentar imitarla, aunque sea un poquito más cada día, en su amor al Padre y su inigualable obediencia para decir sí, a pesar de nuestros miedos, carencias y las tan comunes necedades que nos distinguen como seres humanos.
Aprendamos de María, y dejemos que en nosotros nazca de nuevo el sentido de la vida. Hagamos de Jesús el centro y abramos la puerta a los milagros que Él hizo durante su paso por este mundo. Permitámosle que replique esos prodigios en nuestra vida y en nuestro tiempo.
“Hagan lo que Él les diga”, esas fueron las palabras de María antes de que ocurriera el primer milagro de Jesús en las bodas de Caná. Su petición es contundente, hasta cierto punto parece simple, pero es quizá el reto más grande al que nos enfrentamos día con día.
1. Sí confío
Digamos sí y arrojemos las redes como lo hizo Pedro, a pesar de la desesperanza, la negatividad y el cansancio que experimentemos ante las cargas del día a día; no olvidemos que Él Señor sólo necesita que confiemos en su palabra y sigamos su voluntad, así nuestras redes no podrán contener todo el amor que Él nos brinda, pero aprendamos a ver y a agradecer la pesca.
2. Sí hare mi parte
Hagamos lo que nos toca. Ingeniemos un plan como lo hizo el paralítico y sus amigos para entrar por el techo de la casa en donde se encontraba Jesús en medio de una gran muchedumbre. Dejemos que nuestra fe mueva montañas, hasta ese punto en que nuestra voluntad ya no sirve de mucho y sólo cabe la voluntad de Dios para que la situación se cierre como debe de ser, es decir, como Él así lo quiera.
3. Sí quiero ver
Sigamos a Jesús con insistencia, gritemos si es necesario para que nos escuche y cuando nos cuestione como al ciego de Jericó: ¿Qué quieres que haga por ti? Respondamos: “Señor, que vea”. Veamos su gracia en cada día que nos regala, veamos su rostro en cada persona que se cruce en nuestro camino, veamos la cruz en nuestros sufrimientos y la resurrección en nuestros nuevos comienzos, veamos, como lo dijo San Ignacio de Loyola, todas las cosas nuevas en Cristo.
Los anteriores son sólo 3 de los más “famosos” milagros que nuestro Señor Jesucristo realizó en este mundo, pero aprendamos a percibir sus santísimas manos en cada respiro de nuestra vida; escuchemos, en el silencio, su voz llena de misericordia que nos ama y nos perdona a pesar de nuestra predisposición al pecado y preparemos nuestra corazón para el nacimiento de ese Niño que vino al mundo para enseñarnos el perfecto amor, a través del “Sí” más hermoso que jamás se haya podido pronunciar: el de nuestra amada Virgen María.
¿Quién es Marcela Hernández?
Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Valle de México y está certificada como Coach Ontológico por parte del Tecnológico de Monterrey CEM. También tiene una especialidad en Logoterapia por parte del Instituto Mexicano de Tanatología. Instructor y facilitador en temas de desarrollo humano y empresarial, tales como: Sentido de Vida y Trabajo, Inteligencia emocional, Liderazgo, Coaching, Comunicación Asertiva, entre otros. Actualmente es Socia Fundadora de Sensum, empresa especializada en estrategias de sentido para empresas y personas.
Nota: Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad única del autor y no representan necesariamente el punto de vista de Desde la fe.
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