Por Galia C. Sánchez Moreno*
Hay una palabra que ha atravesado la historia de la humanidad por más de veinte siglos y que se ha extendido a lo largo y ancho de los continentes, aunque aún no a todos los rincones; me refiero a la Palabra de Dios o mejor conocida como la Biblia. La Biblia es muchas cosas, en ella podemos encontrar datos históricos de suma importancia, una ventana para descubrir distintas culturas del Oriente antiguo, encontramos también poemas, cantos, historias fascinantes, consejos, normas de conducta, etc, pero sobre todo y lo más relevante es que encontramos la noticia más importante que Dios quiso dirigir en lenguaje humano puesto por escrito y después revelado en plenitud en su Hijo Jesucristo el Verbo encarnado, Dios quiso darnos el mensaje de la salvación.
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Si se dice una palabra es para ser escuchada, si Dios se ha comunicado con la humanidad es para conocerle y que conociéndole le amemos, o como lo diría San Pablo a Timoteo: “nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1Tm 2,4), justamente el lugar indispensable, necesario e imperdible para conocer a Dios y escuchar su mensaje es la Biblia. Puedes acercarte a ella y leerla como un libro más, pero te aseguro que no lo disfrutarás, puedes leer los textos como un conjunto de capítulos de una gran trama, que comienza con la creación del mundo y culmina con muchas imágenes de un final que parecería catastrófico y al mismo tiempo de victoria, o puedes disponerte a descubrir en cada una de sus palabras una historia universal, una relación personal y un mensaje que te salvará.
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Para el fiel cristiano, adentrarse en la Biblia se vuelve una exigencia del corazón que pide estar en comunión con Dios; es en la lectura y la reflexión constante de su Palabra donde aprendemos el vocabulario de Dios y nos vaciamos de nuestras palabras; para lograr tal cosa, es necesario en primer lugar la actitud de escucha y la apertura a que el Espíritu Santo, que es el traductor del lenguaje divino, ilumine el entendimiento y enamore nuestra voluntad,, para identificarnos cada vez más con la Palabra Viva que es Jesús que nos invita a vivir con Él y como Él.
Dentro de este vocabulario de Dios que tú y yo tenemos que aprender, constantemente nos vamos a encontrar con palabras que parecerían sacadas de un idioma fuera de este mundo: “no temas”, “perdona”, “escucha”, “da”, “ora”, “espera”, “alaba”, y muchas más; luego se vuelve una tarea con un grado de dificultad, que si bien todos somos capaces de asumir, no todos ni siempre estamos dispuestos a tomar la Biblia como esencial. Hoy más que ayer es necesario hacer un espacio a la Palabra de Dios en nuestra vida, descubrir que Dios está cerca e ilumina nuestra oscuridad (Cf. Francisco 26 Ene 2020), es necesario dejarnos moldear, disponernos a aprender, saborear el dulce mensaje de la salvación, abrazarnos al Verbo y junto con Él hacer, hacer vivo el vocabulario de Dios.
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