La semana pasada en estas mismas páginas comenté cuál era la posición del Papa Francisco con relación a la figura del papa emérito a partir de lo que, el pasado 24 de enero dijo en una entrevista con la agencia de noticias Associated Press (AP).
El trabajo, que se publicó al día siguiente, en pocas semanas se ha convertido en una importante fuente de consulta sobre lo que piensa el Papa en temas particularmente complicados y de suyo difíciles.
Al darse a conocer la entrevista, lo dicho por el Papa en torno a la no criminalización de la homxesualidad tuvo un alto impacto y fue recogida por toda la prensa en el mundo.
Lo que el Papa plantea sobre este tema debe ser conocido a profunidad al interior de la Iglesia y ser objeto de predicación, para que los creyentes tengan una visión más abierta, humanista y fratrena.
A continuación transcribo las preguntas de la periodista y las respuestas del papa:
AP: Hay un tema que es complicado, la criminalización de la homosexualidad. Hay muchas países que tienen leyes criminales contra los homosexuales y algunos hasta contemplan la pena de muerte. Incluso donde estas leyes no se aplican, las normas contribuyen a una clima de violencia, discriminación contra la comunidad gay y trans. ¿Cuál es la posición de la Iglesia? ¿Qué debe hacer la Iglesia? Puesto que hay obispos que apoyan estas leyes.
Papa: Sí. El catecismo de la Iglesia católica dice que las personas de tendencia homosexual tienen que ser acogidas, no tiene que ser marginadas, acompañadas si es que se da un lugar. En mi viaje de Brasil y primer viaje, dije aquella frase que a alguno le molestó, le molesta. Si hay una persona que busca a Dios y es sincera, quién soy yo para juzgarla. Está el Señor.
En el viaje de Irlanda (…) alcancé a decir que una familia que tenga un hijo o una hija con tendencia homosexual no tiene que despedirla, tiene que crear el cuadro familiar para que viva en paz. Y la condena de la homosexualidad viene de lejos.
Hoy día, por ejemplo, creo que los países que tienen condena legal son más de 50, condenas legales, y de estos creo que diez más o menos, un poquito por ahí, tienen la pena de muerte. No la nombran directamente, pero dicen “aquellos que tienen actitudes antinaturales”, o sea, buscan decirlo de manera escondida. Pero hay países que tienen esta tendencia, o al menos culturas que tienen esa fuerte tendencia. Creo que es injusto.
Acá en la audiencia, de hecho recibo grupos de personas así. Lo hice general, los saludo, gente que viene en grupos. Una mujer que trabaja mucho con esto, este es un ejemplo, lo quiero decir, es una monja de 80 años. Sor Geneviève, que es una de las capellanas del circo, vive en una roulotte. Son de las Hermanas de Foucauld, viven tres ahí, en el circo. Y ella me trae, no digo todos los miércoles, pero al menos dos, tres miércoles al mes, un grupo de personas con un sacerdote que también trabaja allí.
Somos todos hijos de Dios y Dios nos quiere como estamos y con la fuerza que luchamos cada uno por nuestra dignidad. El ser homosexual no es un delito. No es un delito. Sí, pero es pecado. Bueno, primero distingamos pecado por delito. Pero también es pecado la falta de caridad con el prójimo, ¿y vos cómo andás?
O sea, distinguí eso. Y los países que tienen la pena de muerte son diez, 12, creo, todavía, más o menos. Pero curioso, nunca dicen la palabra, dicen ‘acciones deshonestas’ o algo. Usan un giro para decirlo. No, eso está mal. Está mal. Está muy mal. Creo que no hay que discriminar a nadie. Más aún saliendo ya del problema de la homosexualidad, vamos a otro problema. Al asesino más grande, al picador más grande tampoco hay que discriminarlo. Cada hombre y cada mujer tiene que tener una ventana en su vida donde pueda volcar su esperanza y donde pueda ver la dignidad de Dios. Y ser homosexual no es un delito. Es una condición humana.
AP: Y en los estados que tienen esas leyes, ¿la Iglesia puede contribuir a derogar estas leyes?
Papa: Sí, sí. Tienen que hacerlo, tienen que hacerlo. Lo que pasa es que son culturas, culturas en un Estado, y los obispos de ese lugar, si bien son buenos obispos, forman parte de la cultura y algunos tienen la mente todavía en esa cultura. ¿O no? También el obispo tiene un proceso de conversión. Yo de los obispos de esos lugares no tengo malas informaciones de ninguno, que están abiertos a ayudar no sólo en esto, sino otros problemas.
Pero ternura, por favor, ternura, como la tiene Dios con cada uno de nosotros. Volvemos las tres categorías de Dios. Dios tiene tres actitudes: cercanía, misericordia y ternura. Y con esas tres basta, está toda la teología ahí. Dios cercano, que está en la mano mía. Un Dios misericordioso que me perdona tantas veces. Un Dios tierno.
No sé si usted vio la ópera pop del hijo pródigo. Es de cuatro o cinco años atrás. Bueno, el hijo pródigo, todo en música pop, es una cosa bien hecha, bien moderna. Y termina que el pibe le dice a un amigo que extraña a su papá y que quiere volver, y éste dice “mirá, escribile”, ’“tengo miedo que no me reciba”, “escribile, y decile que si te va a recibir, que ponga un pañuelito blanco en el balcón de la casa”. Y la ópera termina, que van los dos de camino. El amigo lo acompaña para encontrar al padre y cuando da la vuelta se ve la casa toda llena de pañuelitos blancos. Dios es generoso en su misericordia. El hijo pródigo, “pero vístanlo, el anillo, todo”. Se acabó, se olvida. El padre. Si predicáramos más sobre eso y no sobre tonteras, andaríamos mejor.
La palabra del Papa Francisco es contundente y señala la línea que tiene que seguir la Iglesia en todas los lugares del mundo donde ahora se ubica: Debe hacer siempre presente el amor de Dios, que es “cercanía, miseriordia y ternura”; nadie puede condenar la homoxesualidad y menos criminalizarla; hay que luchar de manera decidida contra la criminalización; nadie puede juzgar y excluir a los homoxesuales; se les debe siempre acoger y acompañar.
Es evidente que la Iglesia toda ha avanzado en comprender la realidad de la homoxesualidad y el lesbianismo, también la extiencia de los trans y otras modalidades de vivir la condición humana y la sexualidad, pero es todavía mucho lo que falta por caminar. La Iglesia está obligada a educar a sus fieles en la comprensión abierta y generosa de una realidad compleja y cambiante, que obliga a dejar atrás posiciones que estaban equivocadas y causaron mucho daño.
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