Alberto Quiroga
Una bodega en la que un empresario almacenaba su mercancía se quemó totalmente y parecía que el siniestro sería su ruina, aunque no lo fue. Pasado un tiempo, un amigo suyo le preguntó cuanto había perdido en el incendio.
-Lo importante no es cuánto perdí, sino qué perdí y qué gané; y lo que gané no sabes cuanto me ayudó. Permíteme y te cuento.
La verdad es que me había ido muy bien y me convertí en alguien muy soberbio, creía que lo merecía todo, sobraba el dinero y los negocios me caían casi mágicamente. El incendio me puso en perspectiva.
Crecí muy rápido y nunca me pregunté por qué, simplemente daba por hecho que así debían ser las cosas por mi inteligencia y sagacidad. Cuando pasó lo del fuego, del seguro me pidieron facturas de todo y al estarlas recabando, no encontré las facturas de mi capacidad, ni de las amistades que me habían ayudado, ni de los favores recibidos.
De todo lo demás si las tenía, pero no de eso. Me lamentaba de haber perdido lo material, pero lo verdaderamente importante, eso lo seguía teniendo y nunca lo había agradecido.
No te diré que fue fácil recuperarme, pero si fue muy constructivo, porque ahora he cimentado mi negocio en el agradecimiento y no en la soberbia.
Mi inteligencia y capacidad, las amistades, son un regalo, tan es así que no tengo la factura, y ahora los veo de esa manera y no como un derecho.
El dinero prácticamente lo he recuperado, pero eso es lo de menos. Lo realmente importante, es que ahora sé el verdadero valor de lo que tengo.
*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.
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