El día de hoy se festeja el Día Mundial sin Alcohol, una conmemoración que ha promovido la Organización Mundial de la Salud con el objeto de crear consciencia social del daño que provoca su consumo excesivo. Todos conocemos desenlaces terribles provocados por el abuso de las bebidas alcohólicas; historias escalofriantes que llenan de dolor y culpa no solo al consumidor, también a su familia y a su entorno, destrozando muchas veces su futuro y sus vidas.
Y aunque en México desde hace décadas se ha prohibido la venta de alcohol a menores de edad, esta medida no ha sido suficiente para protegerlos y convencerlos del daño que puede provocar en su organismo, de los peligros a los que se exponen con su consumo y del infierno de las adicciones.
De acuerdo a datos del INJUVE del 2017, el 63% de las personas que se reconocen como consumidores frecuentes son menores y jóvenes entre los 12 y los 24 años de edad, pero el uso del alcohol subió significativamente durante la pandemia. Según datos aportados por la directora general de los Centros de Integración Juvenil, “el 70% de la población consume alcohol, y cerca de 27 millones de personas tienen un uso problemático de la bebida”. No es de extrañar pues, que en México, el consumo del alcohol sea considerado como un problema de salud pública.
Quizá las cifras nos parezcan impersonales y distantes, pero la realidad nos alcanza a todos, y pudiera ser que nosotros mismos, en nuestra propia familia o algún otro familiar, amigo o conocido, tenga problemas con el alcohol y podamos poner un nombre y un rostro a cada número frío de las estadísticas, y también estimar el sufrimiento y los daños provocados por cada uno a su alrededor.
Lo paradójico es la aceptación social de esta droga que “no puede faltar” en las reuniones o festejos, normalizando y alentando su consumo, sin medir las consecuencias que podemos provocar por su abuso, y la publicidad dirigida a jóvenes, en los medios de comunicación, en las series y películas de moda y en las redes sociales como tik tok, e Instagram.
Es necesario que la familia cumpla con su tarea educadora. Si un niño crece en un ambiente donde el alcohol se consume y se tolera frecuentemente, terminará aceptándolo como una práctica normal. Es necesario que los papás nos esforcemos en dar buen ejemplo y en abordar estos temas con naturalidad para prevenir su consumo por curiosidad o por influencia de sus amigos y círculos sociales.
Hay organizaciones que han dado una gran lucha contra las adicciones y a las que podemos recurrir cuando éstas están afectando a nuestra familia, como los Centros de Integración Juvenil que cuentan con reconocidos profesionistas y sedes de apoyo para adolescentes y jóvenes.
Una mención muy especial merece la labor de Alcohólicos Anónimos, una institución silenciosa que ofrece apoyo y hermandad y la posibilidad de una vida nueva a quienes reconocen su debilidad por el alcohol y la necesidad de recurrir a Dios para mantenerse sobrios en la lucha del día a día “solo por hoy”. Con grupos en cada rincón de México y al alcance de todos, en donde se puede sanar el corazón y recuperar la esperanza.
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