El pasado 26 de diciembre murió el arzobispo anglicano Desmond Tutu (1931-2021) en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. En vida fue un referente mundial en la lucha contra la discriminación y la segregación racial.
Al enterarse de su muerte, el Papa Francisco dijo que Tutu, Premio Nobel de la Paz (1984), destacó por “su servicio del Evangelio, mediante la promoción de la igualdad racial y la reconciliación en su Sudáfrica”.
El líder espiritual de la Iglesia anglicana y arzobispo de Canterbury, Justin Selby, expresó “que en los ojos de Desmond Tutu, tenemos el amor de Jesús. En su voz, la compasión de Jesús. En su risa, la felicidad de Jesús. Era bueno y valiente”.
Por su parte el Dalai Lama, amigo personal del arzobispo, comentó que era “un gran hombre que ha tenido una vida llena de sentido” y “enteramente al servicio de sus hermanos y hermanas”.
La Iglesia anglicana en México hizo un reconocimiento del arzobispo. De ese texto retomó algunas de sus afirmaciones donde plantea que éste fue un hombre que:
– “Rompió esquemas en su momento (…) un hombre que nos marcó un camino, un ejemplo de lo que es justamente reflexionar acerca de los momentos que se viven en el presente y enfrentarlos”.
– “El primer obispo de color en Sudáfrica, entusiasta apoyador de la igualdad humana, de la ordenación de mujeres, de la lucha contra la violencia, de la construcción de la paz, de la defensa de la Verdad, de la atención a los enfermos (principalmente VIH)”.
– “Estuvo siempre acompañado y guiado por el Espíritu, que inició su vida profesional como maestro, es decir, acompañando, enseñando, para posteriormente escuchar el llamado a servir en la Iglesia de Cristo”.
– “Con el conocimiento de la realidad y de las necesidades a veces descarnadas, complejas, de la gente, de su pueblo, de la humanidad, cambiar paradigmas, enseñarnos que no hay camino fácil, pero tampoco imposible cuando se trata de construir, fortalecer y preservar el Reino de Dios (…)”.
– “En su sencillez, en su humildad y al mismo tiempo su firme carácter, nos dijo que: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado opresor…”
– “Nos confrontó entonces con nuestra conciencia haciéndonos ver que nuestra responsabilidad como personas en este viaje terrenal, va mucho más allá de ser espectadores o de tomar partido”.
Al morir el arzobispo tenía 90 años. Nació en un pequeño pueblo minero en las cercanías de Johannesburgo. Se graduó como maestro y empezó a enseñar.
En 1955 se casa con Leah Shenxane, también maestra. Tuvieron cuatro hijos. Los dos decidieron dejar el sistema escolar, por la discriminación racial que imperaba.
Tutu decide entonces estudiar teología y se ordena como sacerdote anglicano en 1960. Ocupa diversos cargos y después es nombrado obispo de Lesotho, luego de Johannesburgo y más tarde arzobispo en Ciudad del Cabo.
A lo largo de su vida luchó a favor de la desaparición del apartheid en su país, y en contra de la discriminación y promovió los derechos humanos. Se convirtió en un referente moral de esas luchas en todo el mundo.
Cuando cae el régimen racista de Sudáfrica y asume la presidencia del país Nelson Mandela (1918-2013), Tutu es nombrado presidente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, que se propuso cerrar las heridas de la segregación racial.
Los líderes religiosos y políticos del mundo reconocen en el arzobispo de Ciudad del Cabo a un gran referente en la lucha contra la injusticia, la desigualdad, el racismo y a favor de la inclusión y los derechos humanos.
Y también, lo quiero subrayar, a un hombre, a un sacerdote, que siempre, en las circunstancias más difíciles, promovió la reconciliación entre las personas.
En 2022, la Iglesia católica en México, a imitación del arzobispo anglicano, en una sociedad dividida y polarizada como la nuestra, debería llamar a la reconciliación. Cumpliría una misión histórica.
Twitter: @RubenAguilar
Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político.
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