Alberto Quiroga
Una pequeña empresaria, buscando más clientes, rotuló su auto con los datos de su negocio, incluido su teléfono y redes sociales, pensando que así podría vender más.
Los resultados no fueron los esperados. Los mensajes que le comenzaron a llegar fueron para reclamarle lo mal que manejaba y lo agresiva que era como conductora. En lugar de ganar clientes, ganó antipatía dirigida, por así decirlo.
Pienso en esta empresaria. Seguramente no imaginó al momento de poner la publicidad que iba a ser contraproducente; es un hecho que no.
Tal vez nunca relacionó que su conducción agresiva afectaría a su negocio, siendo dos situaciones tan diferentes y sin conexión aparente, pero unidas al ser parte de una misma persona.
Los cristianos tenemos una responsabilidad de tiempo completo, no solamente el domingo cuando vamos a misa, sino de diario y a toda hora. Ponernos un crucifijo, pero actuar como si no existiera Dios, además de ser una incongruencia, es una invitación abierta a los que conozcan nuestras malas prácticas a desconfiar de nuestras “supuestas” creencias.
Lo mismo pasa cuando ponemos un rosario en el espejo retrovisor o un altar en un negocio. Nuestras actitudes siempre deben ser las mismas, si es que queremos ser congruentes con nuestras creencias.
No dudo que nuestra empresaria fuera muy amable y respetuosa en su negocio, pero era lo contrario en la calle y eso tuvo sus malos efectos.
Si decimos creer en Dios, pero nos comportamos como si no, también tendremos consecuencias negativas.
*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.
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