El problema no está sólo en el deficiente sistema educativo que durante décadas hemos tenido y que ha mantenido a México en los últimos lugares en los informes internacionales de la OCDE y en los resultados de la prueba PISA.
Es alarmante saber que nuestros niños y jóvenes tienen un desempeño académico sumamente deficiente en áreas tan básicas como lectura y matemáticas, lo que nos hace vislumbrar para ellos un futuro con pocas oportunidades y muchas dificultades.
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Pero, sin duda, es aún más alarmante el aumento de suicidios de niños y adolescentes (quinta y segunda causa de muerte en México respectivamente según datos del INEGI), evidenciando que nuestros niños están creciendo con un enorme vacío existencial y una gran incapacidad para enfrentarse a la frustración y a la adversidad.
Ante el paradigma que nos presenta el cambio de época, tanto padres de familia como maestros requerimos una profunda preparación para enfrentar el reto y las necesidades de estas nuevas generaciones que, evidentemente, requieren de una educación de calidad en las aulas para forjarse un ben futuro.
Pero, además, necesitan una profunda educación del corazón, donde radican sus sentimientos, sus emociones, su intimidad; donde aprenden el valor de la vida, a ser felices, y también a ser buenos; donde cada niño y cada alumno antes que nada es una persona única.
Ni la autoridad ni la sociedad civil lo estamos haciendo bien. La educación es una emergencia de la que ya nos habían alertado nuestros Obispos desde el 2012, con el documento “Educar para una nueva sociedad”, pero, a pesar de este llamado, los laicos nos hemos quedado cortos en la respuesta…
Hoy tenemos una nueva oportunidad para salir de la burbuja del “deber ser” y emprender un camino de misericordia a través de la educación que inicia en casa, se refuerza en la escuela y se refleja en una sociedad más sana. Su Santidad Francisco hace un llamado a todos los líderes del mundo en el tema de educación titulado: “Reconstruir el pacto educativo global”.
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“Un encuentro para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna”.
Sin duda, los resultados de este pacto, nos darán las luces necesarias para enfrentar nuestra realidad y tener una visión global y entender las necesidades de las nuevas generaciones.
Es tiempo de buscar la unidad en búsqueda del bien común, es tiempo de salir del “Club de nosotros los buenos” para entender y trabajar las necesidades lacerantes de nuestro prójimo. Es tiempo también para entender que solo a través de la educación se logrará el cambio que requiere nuestra patria.
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