Hoy es el Día de la Tierra. Los cristianos hemos asumido una postura de cuidado de la Casa Común dados los efectos devastadores de esa falta de cuidado y convivencia armoniosa de los seres humanos con el medio ambiente. Estos efectos devastadores están siendo especialmente acelerados por la pandemia. Por ello, hacemos una breve reflexión a partir de la propuesta del Papa Francisco y su carta Laudato Sí’.
Desde el inicio, el pontificado del Papa Francisco se ha caracterizado por asumir la opción evangélica por los pobres y oprimidos entre los que sitúa, sin duda, la hermana-madre Tierra, como la llama él en Laudato Sí. Desde entonces, Francisco comenzó a enviar mensajes para animar a pensar y poner en acción lo que implica la radicalidad del Evangelio encarnado en los sencillos y humildes.
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Ser el Papa de los pobres significa, siguiendo al teólogo Leonardo Boff, asumir “el grito de la tierra” que es también “el grito de los pobres”. Por ello, ponerse del lado de la hermana y el hermano que sufre, es estar junto a los clamores de los diversos ecosistemas, dañados por la codicia humana y por los intereses económicos; es tener pasión por el agua y los demás recursos naturales y proponer que el Pueblo de Dios tiene también metodologías para enfrentar estos desafíos que representa el daño ecológico. Por eso, los descartados por el sistema, son en Francisco, agentes activos que buscan retornar a la armonía originaria entre la creación y el ser humano.
El punto de partida es la conversión ecológica que inicia con la toma de conciencia de que esta hermana-madre está dañada: “basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un deterioro de nuestra casa común (LS 61). Esa conversión ecológica implica también un cambio de paradigma. Se trata de trascender el orden de las ideas para adentrarse en el orden de la realidad. Todo está interconectado, todo es interrelación, y el todo es superior a la suma de las partes que lo componen. Lo que hacemos en un punto planetario afecta a todo el globo, a cada uno de nosotros y a las generaciones por venir.
La transformación profunda es posible, es necesaria y es urgente. Ese es el mensaje que nos deja Francisco en su carta Fratelli tutti: “si alguien cree que sólo se trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad (FT 7)”.
Pero este cuidado es más urgente y necesario en el actual estado global de crisis causado por la pandemia. En palabras del Papa, “la pandemia nos plantea interrogantes de fondo, concernientes a la felicidad de nuestra vida y (…) es un tiempo de prueba y de decisión para reorientar de nuevo nuestra vida.”[1] Frente a esta crisis global, producto de la emergencia sanitaria, los diversos actores sociales, gobierno, trabajadores, trabajadoras, empleadores o empresarios, poseen la responsabilidad del cuidado de la casa común.
A partir de la pandemia, la propuesta del papa Francisco hace énfasis en el cuidado. La creación no es un mero ‘recurso’, afirma el Papa, sino que “las criaturas tienen un valor en sí y reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios”[2]. Ante una forma de vivir que ha colapsado en la pandemia, es necesaria otra forma de vivir, cuidándonos unos a otros lo que incluye tomar conciencia que “como la trágica pandemia de coronavirus nos está demostrando, solo juntos y haciéndonos cargo de los más frágiles podemos vencer los desafíos globales”[3].
Y este cuidado se hace desde la horizontalidad que genera la fraternidad. Por eso el papa Francisco insiste en Querida Amazonia que hay una primera ecología que atender y es que el Señor nos enseña a cuidar de nuestros hermanos y hermanas (QA 41), incluyendo a la naturaleza. Por eso el Papa Benedicto XVI hablaba de una necesaria ecología de la naturaleza que no puede desligarse más de la ecología humana y social.
Para una ecología integral, debemos redescubrir determinados lugares teológicos. De ello se trata Querida Amazonia, el documento presentado por Francisco tras el Sínodo Amazónico, que habla directamente a los pueblos de la región. Amazonas, con su gran diversidad cultural y ecosistémica, es un lugar teológico por excelencia para el pontificado del Papa latinoamericano. En región amazónica, esto se hace carne. El Evangelio se incultura y se transforma en una potente herramienta al servicio de la transformación social para la vida con dignidad.
Para eso, la antropología cristiana propone la teología de imago Dei. Esta impronta nos llama a cuidar y respetar a todas las criaturas y a sentir amor y compasión por nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más débiles, a imitación del amor de Dios por nosotros, manifestado en su Hijo Jesús, que se hizo hombre para compartir con nosotros esta situación y salvarnos dice el papa
Por otro lado, nos acercamos a un aniversario más de la publicación de la encíclica Laudato sí (2015).
En Laudato Sí’ adiverte el Papa que “hoy no podemos desconocer que un verdadero abordaje ecológico se convierte siempre en un abordaje social que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente para escuchar tanto el grito de la Tierra como el grito de los pobre” (n.49). Sin embrago, las condiciones globales no han mejorado tras la pandemia a pesar de la insistencia de Francisco en diversos foros y las acciones de defensores de la tierra, sociedad civil y personas y comunidades que se han tomado en serio el cuidado de la casa común.
En este momento debemos hacer un cambio de mentalidad, ver de nuevo nuestra casa común, con nuevos ojos para no afectarla más. Ya no podemos hablar de “cambio climático”, lo cual representa un eufemismo. En realidad debemos hablar de “crisis o desastre climático”.
Este cambio de mentalidad implica que todos y todas tengamos acciones para aplazar el día cero que, para el caso de México está muy cercano. El día cero se refiere a la situación dada en la que una zona geográfica se quede sin agua debido al llamado estrés hídrico, la sobre explotación o mal uso de dicho recurso.
Implica también, que asumamos conscientemente que todo está interconectado, que el avance de los virus y sus consecuencias tienen que ver con la devastación ecológica, la crisis climática y la sobreexplotación de la hermana-madre Tierra y sus habitantes los animales y flora. La propagación del virus no es una casualidad nefasta, tiene que ver con los actos y omisiones en contra dela naturaleza que hemos hecho.
Tenemos que asumir, sin retardo, la urgencia de la conversión ecológica, el cambio de mentalidad y actitudes, así como plantearnos nuevos paradigmas de desarrollo que sean sustentables. En esa conciencia asumiremos que la hermana-madre Tierra no es un recurso infinito, que está severamente dañada y que los efectos de esos daños los resienten de modo más fuerte las personas en situación de exclusión y pobreza.
Es nuestra tarea y nuestro deber construir desde las periferias, entre todas y todos, una verdadera ecología integral, de los pueblos y para los pueblos.
*El autor es Profesor-Investigador de la Maestría en Pensamiento Social Cristiano en la Universidad Católica Lumen Gentium y en el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana
*Con la colaboración de Ezequiel Volpe (Argentina), miembros del seminario de estudios sobre Pensamiento Social Cristiano desde América Latina
[1] Kasper, Walter y George Augustin (eds.), “Dios en la pandemia”, Prólogo del Papa Francisco, Grupo de comunicación Loyola, 2020.
[2] Idem.
[3] Papa Francisco, Audiencia General, 22 de abril de 2020.
Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.
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