Hace unos días, el Comité Olímpico publicó en el British Journal of Medicine que en el 2024 permitirá contender a hombres biológicos en las competencias femeninas en los Juegos Olímpicos. Es significativo que fuera en las Olimpíadas de 1900 en París donde participaron por primera vez las mujeres en diversas disciplinas.
Los próximos juegos olímpicos serán nuevamente en París, pero esta vez con nuevas normas transgénero: hombres disfrazados de mujer. Según describe Lindsay Parks Pieper en su libro “Pruebas de sexo: políticas de género en deportes femeninos”, desde 1930 algunos varones en las olimpíadas se hacían pasar por mujeres para ganar fácilmente los premios. Esto llevó a que desde 1968 se establecieran pruebas obligatorias de sexo para todos los competidores.
Supongo que en las venideras olimpíadas en París pocas mujeres reales querrán participar en boxeo, judo, lucha, natación, levantamiento de pesas y otros deportes. La nueva normatividad del Comité Olímpico las está enviando al fracaso, pues está comprobado que la fortaleza física del varón es superior a la de la mujer.
Sucedió con Will Thomas, un estudiante que integraba el equipo de natación de la Universidad de Pensilvania, quien en 2019 se sometió a tratamientos hormonales para convertirse en el trans Leah Thomas. Dentro del equipo femenil de natación, ya como supuesta mujer, Thomas derrotó en la piscina a sus competidoras para llevarse todos los premios. Además fue nominado por la rectoría de la universidad para ser la mujer del año de la National Collegiate Athletic Association. (NCAA).
En un mundo cada vez más desconectado de la realidad, ¿qué podemos hacer para no dejarnos arrastrar por la demencia del género? Muchas cosas, sin duda, pero lo primero es reafirmar la noción del ser humano que tiene el cristianismo y rechazar ese concepto erróneo del hombre que hoy nos quiere imponer la cultura progresista.
La cultura progre –también llamada cultura “woke”– propone que el hombre tenga libertad ilimitada para crearse a sí mismo y otorgarse la identidad que se más le acomode: la obsesión por la libertad personal, especialmente en el campo de la sexualidad. Para los progres el cuerpo sexuado de varón o mujer importa un pito y puede ser transformado por la tecnología, según la creatividad de cada persona. ¿Leyes de la naturaleza inscritas en la realidad que se deban obedecer? ¡Bah! Aquí cada individuo se dicta sus propias leyes, y de esa manera, desconectados de la realidad, somos bienvenidos al manicomio.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos en México y otras instituciones, en su desconexión con lo real, han empezado a utilizar la expresión “persona menstruante” para referirse a las mujeres que mutilan sus cuerpos para que parezcan de hombres. Gobiernos como el de Estados Unidos desconectan de la realidad a sus ciudadanos enviando a las dragas –hombres travestidos grotescamente de mujeres– a contarles cuentos a los niños, y dejarlos listos para ir al psiquiatra.
No perdamos de vista lo que es el hombre y su libertad. No nos desenchufemos del mundo real para vivir en las fantasías del mundo mágico de Disney. El mundo y la vida son un don gratuito de Dios, obra de su pensamiento y de su amor. Le guste o no les guste a los defensores de los derechos de los animales y a los fanáticos de la ecología, los seres humanos somos el centro de la creación y la obra más perfecta de Dios. Somos su imagen y tenemos un alma espiritual para buscarlo y ajustar la propia vida a la voluntad divina. Eres hombre o eres mujer, con la misma dignidad y para la complementariedad. Salirte de la realidad es vivir en una mentira.
Entre los objetivos trazados por la Agenda 2030 de la ONU están el aborto, la eutanasia y la ideología de género para todo el mundo. Se trata de resetearnos a todos el cerebro –como quieren hacerlo con el psicólogo conservador Jordan Peterson en Canadá, enviándolo a estudiar un curso para comunicar ideología de género en las redes sociales–, un nuevo reseteo cultural global para crear un nuevo ser humano robotizado, lejano de aquel que Dios pensó para que fuera su imagen en la tierra.
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