Columna invitada

Cuidemos al Pueblo de Dios en el regreso a las Misas

En este tiempo de pandemia por COVID-19, nos hemos preocupado por mantener las iglesias, nuestros templos en buen estado; hemos, incluso, realizado algunos arreglos y mejoras en lo material, hasta donde alcanzaron los ahorros y la solidaria cooperación de nuestros fieles, que nunca han dejado solos a sus sacerdotes.

Aquí se aplica el dicho popular: “Dios aprieta, pero no ahorca”. Sin embargo, nosotros vemos, y debemos ver, más allá, al Dios bueno y providente, que nunca nos ha dejado, a nosotros su pueblo-comunidad. La  Divina Providencia ha estado presente en cada hogar y en la casa de todos, la casa de oración, la iglesia.

Quiero compartirte mi interés por el cuidado y mantenimiento de las iglesias: he limpiado bodegas, he tirado basura de años, me he metido a los rincones, he descubierto que soy acumulador de cosas, “por si me sirven”. Ya revise azoteas y detecté grietas, ya sé dónde debo impermeabilizar, para cuando pueda, etc. Pero, ¿de qué sirve un edificio vacío, sin los fieles?, ¿dónde está el cuerpo de Cristo visible?, ¿dónde están todos y cada uno de sus miembros, los bautizados?

El aprendizaje del corazón, los largos momentos de soledad y de distanciamiento, las Misas sin fieles, la ausencia de contacto cercano, la ausencia de poder celebrar los Sacramentos, de poder asistir a los enfermos…

Sí, lo más importante es la persona, mi comunidad, pero, ¿cómo la cuido?, ¿cómo ayudo a curar sus heridas, sus soledades?, ¿cómo me enojo, río o lloro, si estoy solo? Resuenan las palabras del Profeta: ¡Cómo reír si uno no está con los suyos, si uno está a la espera del reencuentro, que se alarga y no llega!

Debemos valorar nuestras iglesias, pero sobre todo a los miembros de la Iglesia, la Iglesia viva, ahora que pronto retomaremos las celebraciones con fieles, tal como queremos nuestros templos: limpios, bellos, iluminados y bien sonorizados, todo en armonía…

Para las Misas y celebraciones litúrgicas, debemos ser cuidadosos:

  1. Evito el contacto físico corporal, y mantengo el espiritual.
  2. Me cuido y hago caso a lo que me indican; así cuido al hermano.
  3. Mantengo la sana distancia, pues así evito un posible contagio.
  4. Si tengo síntomas, mejor no asisto a la iglesia.
  5. Uso cubrebocas y alcohol gel.
  6. Responsablemente, atiendo las señalizaciones de los lugares a que asisto.
  7. Evito aglomeraciones y fiestas masivas.
  8. Cuido a mis sacerdotes y a mis hermanos servidores en las comunidades.

*El P. Salvador Barba es el enlace para la Reconstrucción de los Templos de la Arquidiócesis Primada de México y colaborador de la Dimensión de Bienes Eclesiásticos de la misma Arquidiócesis.

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Pbro. Salvador Barba

Sacerdote diocesano y director de la Dimensión de Bienes Culturales de la Arquidiócesis Primada de México. Párroco de San José, en la colonia Revolución; y Rector de San Miguel, en la colonia Damián Carmona.

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