Ayuno y abstinencia en Miércoles de ceniza.
La Iglesia prescribe con carácter de obligatoria esta práctica y en espíritu de obediencia debemos acatar dicha prescripción, pero considero de vital importancia hacerlo desde el conocimiento cabal de su significado y no desde una obediencia acrítica y meramente ritualista.
El ayuno consiste en privarse de alimento durante un cierto tiempo con una doble finalidad; por un lado, experimentar el hambre que nos recuerda nuestro ser finito, contingente y necesitado para abrirnos al dador de todo alimento. Por otro lado, el hambre nos recuerda que hay muchos otros hermanos que ayunan permanentemente porque no tienen los medios para alimentarse adecuadamente.
Leer: Miércoles de Ceniza: ¿Por qué ayunar y guardar abstinencia?
El ayuno solo tiene sentido cristiano si aquello que hubiéramos comido lo compartimos con ellos. Así, nos presentamos como los emisarios de Cristo que hoy sigue alimentando a los pobres de la tierra.
La abstinencia no consiste en dejar de comer ciertos alimentos (carne) o en una mortificación ascética con el fin de lograra el beneplácito de Dios o un crecimiento en la virtud, eso sería paganismo puro y nada tiene que ver con el cristianismo.
El sentido espiritual de la abstinencia (cuyos signos externos son la privación de ciertos alimentos y las acciones de misericordia) es la renuncia definitiva a hacer de nuestra comodidad o gusto personal un ídolo que nos impida servir por amor a nuestros semejantes.
De nada sirve no comer carne y a cambio empacarse un delicioso y opíparo banquete de mariscos. De nada sirve ayunar religiosamente y renunciar a ciertos placeres si no salimos a las calles a buscar servir misericordiosamente a nuestros semejantes. Los católicos debemos superar esta mentalidad legalista y pagana para asumir el verdadero espíritu de la Cuaresma.
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