“Creo en la comunión de los santos” lo repetimos cada domingo durante el Credo, pero, ¿realmente conocemos el significado de esta declaración? El Catecismo lo define como la Iglesia misma, la unión espiritual de todos los cristianos, vivos y muertos. La multitud de los fieles teniendo un solo corazón y una sola alma.

Detengámonos un momento a meditar sobre la fuerza de esta idea: “vivos y muertos”, es decir los que aún somos peregrinos en este mundo, los que están purificándose en el purgatorio y los que ya gozan de la presencia de Dios, los tres unidos en oración desde un plano distinto, pero con la fuerza que nos da la comunión en la gracia y misericordia de Dios.

Imagina como cambiaría tu confianza en los momentos de sufrimiento y desolación si verdaderamente repitieras con fe “creo en la comunión de los santos”, con la esperanza de que no sólo tus allegados están pidiendo por ti, sino miles de millones de santos, en la tierra y en el cielo (frente a Dios), intercediendo por ti para que todo lo que sucede por voluntad de Dios sea por un bien mayor.

La fuerza de esta comunión nos renueva y nos mueve a salirnos del individualismo para llevar a cabo el verdadero sentido de nuestra vida, poner en servicio de Dios y de los hombres los dones y talentos que nos han sido otorgados.  “Ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo” (Rm 14, 7).

Bien lo definió San José María Escrivá: “—¿Cómo te lo diría? —¿Ves lo que son las transfusiones de sangre para el cuerpo? Pues así viene a ser la Comunión de los Santos para el alma”.

Que reconfortante es caer en cuenta de que compartimos un solo cuerpo místico con Cristo como cabeza, en el cual cada miembro contribuye al bien de todos y comparte los bienes con todos.

A veces resulta tan desolador ver las noticias en el mundo, escuchar la situación en nuestras comunidades, la violencia en las escuelas, el maltrato en las familias y sentir que no hay mucho que podamos hacer, sin embargo, se nos olvida que Cristo nos dejó muy bien acompañados, no sólo se quedó entre nosotros en el Sagrario y en el santo sacramento de la Eucaristía, sino que nos dio la fortaleza de la unión con nuestros hermanos.

Sin embargo, como todo en la vida, para utilizar una herramienta primero es necesario comprenderla, leer el instructivo, echarla a andar, probar su eficacia y recomendarla a otros que la necesitan también.

La comunión de los santos puede ser justo la herramienta que necesitamos día a día, tanto en los momentos de paz y felicidad, como en los momentos de sufrimiento y desesperanza. Cuando estamos bien será para pedir por los que no lo están y por el crecimiento de todos los cristianos y cuando estamos mal, será para unir nuestras fuerzas con todos nuestros hermanos y no desfallecer.

Puede ser que nosotros flaqueemos en nuestra fe en muchos momentos, sin embargo, si verdaderamente le creemos a Dios, sabremos que en todo momento tenemos el respaldo de los santos para dar lo que nosotros no podemos dar en esos momentos.

La oración en comunión con los santos será un recurso infinito e inefable para mantenernos a flote en la adversidad y para ser instrumento del amor de Cristo cuando son los demás quienes necesitan ayuda y consuelo.

Oremos con la convicción de que no estamos solos, que Dios nos brindó el regalo de la comunión de los santos, que tenemos una misión en común con Cristo y en Cristo y que nuestros hermanos en la fe son al mismo tiempo punto de partida y destino de nuestras acciones. Cuidemos bien cada uno de nuestros pasos, pues no sólo nos repercutirán en nosotros mismos.

Tal como lo plantea el Catecismo de la Iglesia Católica (949-953): “El menor de los actos de un cristiano hecho con caridad repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos. También todo pecado daña a esta comunión”.

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

 

Marcela Hernández

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Valle de México y está certificada como Coach Ontológico por parte del Tecnológico de Monterrey CEM. También tiene una especialidad en Logoterapia por parte del Instituto Mexicano de Tanatología. Instructor y facilitador en temas de desarrollo humano y empresarial, tales como: Sentido de Vida y Trabajo, Inteligencia emocional, Liderazgo, Coaching, Comunicación Asertiva, entre otros. Actualmente es Socia Fundadora de Sensum, empresa especializada en estrategias de sentido para empresas y personas.

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