La historia nos enseña cómo las culturas pasan por épocas de florecimiento y épocas de decadencia; no tenemos duda que la que nos ha tocado vivir es tan difícil que pareciera imposible encontrar el camino de la paz, de la justicia y de la concordia.
Quizá la diferencia de nuestros tiempos la ha marcado el avance de la tecnología, que nos permite enterarnos al instante de lo que está sucediendo al otro lado del mundo, pero las causas de las crisis de los antiguos imperios son las mismas que estamos viviendo el día de hoy, se llaman soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
Ya lo dice el Eclesiastés: “Lo que fue, eso será. Lo que se hizo, eso se hará; nada nuevo hay bajo el sol”, así que lo que hoy nos parece novedoso quizá no lo es, porque tiene un precedente.
El mal hoy se presenta disfrazado de derechos humanos, de progreso, de ciencia, de libertad… y portando estas “banderas” se justifican y promueven aberraciones como el aborto y la eutanasia, la violencia, el uso de las drogas, la hipersexualización, las guerras, las ideologías; de tal manera que cuando creíamos “ya haber visto todo”, surgen nuevas formas de deterioro y deshumanización.
Muchos cristianos nos hemos vuelto “buenos” observadores y “mejores” críticos, esperando pacientemente que alguien levante la voz, desenmascare las ideologías y transforme la realidad lacerante que vivimos. Pero en este oscuro panorama es en el que nos ha tocado vivir, y a nuestros hijos y nietos; no podemos permanecer inactivos, tenemos que asumir nuestra responsabilidad, prepararnos y actuar. ¿cómo lograr darles una formación en valores y virtudes? ¿cómo podrán transitar por el mundo a contra corriente y ser felices? ¿cómo podrán trascender y aportar a la sociedad?
No podemos “ponernos con Sansón a las patadas” pero si podemos construir caminos de esperanza que nos permitan enfrentar los desafíos de este cambio de época a través de la educación desde la familia, para transformar el futuro. Recordemos que las épocas de crisis han surgido grandes hombres y mujeres que con sus vidas y ejemplo lograron grandes transformaciones; como San Benito, San Francisco, Santa Teresa de Ávila, San Juan Bosco, Edith Stein, y en pleno siglo XXI el joven Carlos Acuti.
La Familia tiene el poder de transformar a la sociedad, sin perder la esperanza ni la confianza en Dios que es el Señor de la Historia.
Te invito a participar en la VI Cumbre Iberoamericana de la Familia, cuyo objetivo es compartir propuestas de solución ante los conflictos que se viven en la familia y la educación, y que afectan a la sociedad iberoamericana. Porque juntos podemos “ahogar el mal en abundancia de bien”.
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