¿Bañar a los peces? Un hecho extraño para quienes vivimos inmersos en una atmósfera de aire, y el baño significa echarnos un regaderazo o un jicarazo (depende como esté el abasto de agua en la colonia); es decir, experimentar el agua y el jabón para volver a estar limpios, pero secos.
A los peces se les baña en una tina, en un pequeño estanque, sacándolos del agua para meterlos a una solución salina que les ayudará a equilibrar los microorganismos que tienen una función simbiótica. El baño sólo dura unos segundos y tienes que estar atento a la reacción del pez en esa solución, porque si entra en shock, se deber regresar inmediatamente a la pecera.
Necesitamos ambientes que nos ayuden a recuperar la dignidad perdida, a volver a experimentar la misericordia, a sabernos parte de una gran comunidad donde el llamado a la misión se renueva. Quienes formamos y construimos ese ambiente podemos resultar tóxicos, y hacer que quienes nos rodean entren en shock y quieran abandonar ese espacio.
¿Estamos construyendo ambientes de acogida frente a la incertidumbre que plantea la realidad del día a día? ¿Habitamos una casa o formamos un hogar con nuestra familia? ¿Es una Betania donde encontramos palabras, actitudes y acciones que nos edifican o un lugar donde los gritos y sombrerazos son la constante?
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