Columna invitada

Ángelus dominical: La humildad de entrar en burro a Jerusalén

EL BURRO QUE CARGÓ a Jesús en su entrada solemne a Jerusalén, debería haber sido muy humano si hubiera creído que las aclamaciones eran para su jumencia, asinez o burridad (perdón por esos tres terminajos, pero de alguna manera se ha de llamar la esencia del jumento, asno o burro); quedémonos conque el burro era tal y no le ofendamos suponiendo que caería en nuestros defectos muy humanos…

NUESTRA PATRIA y el mundo entero se mueven por la acción y decisión de innumerables voluntades: nadie hace -solito- una guerra o un edificio, nadie va en un respetable barco acompañado solo de su sombra siendo capitán-marinero-pasajero, nadie emprende un negocio para ser -al mismo tiempo- vendedor y consumidor, o proveedor y usuario a la vez; estamos entretejidos de modo que unos y otros nos necesitamos…

TESTARUDOS, NECIOS o mentecatos somos tú y yo cuando nos aferramos a un sinsentido o cuando nos posicionamos como únicos-indispensables-óptimos al mismo tiempo; ¡qué bien que somos irrepetibles y únicos, pero cada cual lo es es su propio lugar y medida!, que seamos indispensables pues no tanto, y eso de ser óptimos es posible pero ni para qué presumir con soberbia si no servimos con generosidad (y si de verdad sirves, ni falta hace presumir)…

JESÚS ENTRÓ A JERUSALÉN sabiendo que quienes habían cerrado su corazón a la buena noticia no dudarían en hacer qué triquiñuelas y componendas para darle muerte: ¡tan torva su alma y tan perversa su intención que aún en medio de la fiesta de Pascua se atreverían a derramar sangre inocente!; y más bien -decirlo es preciso- azuzaron a la chusma para finalmente lograr su capricho (¿dónde se ha visto tal?)…

EL RELATO DE LA PASIÓN de Jesús -y los anuncios previos que Jesús mismo hizo- dan cuenta clara que su entrega generosa por la salvación del mundo está muuuuuuy por encima de las tramas de traidores y enemigos, que rebasa con amplitud los odios y rencores de escribas, fariseos, maestros de la ley y sumos sacerdotes…

EL MISMO PODER POLÍTICO -concretizado en Herodes y Pilato- da cuenta que no supieron cómo enfrentar la situación y optaron por “lavarse las manos” deslizando al pueblo la responsabilidad que ellos no se atrevieron a asumir: ¡qué vergüenza de autoridades!…

EN EL CALVARIO estaban -cercanos y padeciendo junto con él- la Virgen María y Juan el apóstol, Magdalena y el resto de la mujeres; el resto de los apóstoles temieron correr la misma suerte que el Maestro; por eso me atrevo a afirmar -sin asomo de banalidad o sorna- que ahí también debió estar el burro, que si finalmente cumplió su tarea el domingo anterior, bien se hizo merecedor de -al menos- mi respeto…

QUIENES ECHAN MANO de caballos (en total desprecio a los burros), o de recursos cuantiosos, influencias o compadrazgos, fama o posición social, para lograr tales o cuales fines, ciertamente albergan un gran interés en que las cosas marchen como ellos pretenden; si su interés es honesto y en beneficio común, desde aquí les doy un aplauso; lo malo es -y lo que voy a decir es mucho más que opinión circunstancial- que nuestros intereses se queden como neto reflejo de nuestra testarudez, necedad o mentecatez…

NO HACE FALTA hacer qué elucubraciones teológicas o bíblicas para afirmar que al entrar solemnemente a Jerusalén, Jesús no iba tras la aclamación popular y el beneplácito de seguidores, que si así hubiera sido, sencillamente hubiera acabado como un iluso y su muerte no pasaría de ser la un infeliz ajusticiado más…

CUANDO ALGUIEN -sea quien sea- le da el verdadero sentido a su palabra y su acción, no se queda como gansito asoleado (¡embarrado en el celofán!), sino que asume su palabra y su acción como un factor más en el engranaje del buen devenir humano que busca el crecimiento y la paz…

PERMITE QUE ILUSTRE lo que acabo de decir con lo que vi el viernes pasado: Antonio llegó ya casi cuando cerrábamos el templo y su aspecto nos empujó a la desconfianza, pues venía con fachas de haber salido de qué arrastradero o de tener como quince días de desaseo acumulado, pero su palabra y su acción fueron claras y precisas: buenas noches, padre, vengo porque deseo confesarme y me dirá usted si me puede recibir ahora o vengo después…

EL OFICIO DE ALBAÑIL no te da como para que luego de ardua jornada llegues impoluto y pulido como el que más, y las palabras directas y claras no son patrimonio exclusivo de letrados o eruditos, y para tener actitud respetuosa y cordial nada estorba que hayas trabajado honestamente: recibí en confesión a Antonio y yo mismo me vi edificado por su piedad y devoción…

TERMINO PIDIÉNDOTE que hagas todo lo posible por parecerte -y no solo en Semana Santa- al burro que cargó a Jesús cumpliendo con humildad y sencillez tu propia labor, ya seas albañil como Antonio o siendo lo que eres en tu propio lugar con todo respeto y dedicación, que así también ganas un lugarcito en el Calvario para estar junto a Jesús y no precisamente como ladrón…

 

P. Eduardo Lozano

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