Abraham Flores
Tan rápida va la vida que, incluso, ya no hay tiempo para morir. Nos volvemos inmortales en el instante, en lo efímero.
La nueva historia del 007 tiene este título que pone a la muerte en la fila, la manda a la cola de los pendientes, del frenesí por atender los mensajes instantáneos, que ¡oh, tragedia! antier, durante 6 horas, no llegaron, todos se quedaron escritos, pero no enviados.
Esta película de James Bond tiene un hilo conductor que hace caminar al agente secreto en una delgada línea de su profesión: la confianza. Mr. Bond debe discernir en quién confiar, y para eso deberá buscar elementos que le ayuden a mirar desde el corazón, con la razón cordial de la cual nos habla la filósofa española Adela Cortina.
Y esto lo hace a través de una historia muy bien armada, cuya construcción visual está a la altura del mítico Aston Martin o del saco y la corbata que distinguen la presencia, siempre elegante, del británico 007.
Además de la acción propia de manejar aviones, autos, motos y saltar en paracaídas sin despeinarse, está la experiencia compartida de los riesgos de la vida, los pequeños logros y los problemas del día a día. Ante ello, ¿en quién piensas, quienes te motivan?, ¿cuál es tu motor?, ¿cuáles son los rostros de quien llevas tatuados en la memoria del corazón?
¿Quiénes son tu Betania? Le llevó tiempo y esfuerzo descubrirlo al 007, a Bond, al mismísimo James Bond.
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