Algo por lo que morir, o en otras palabras, algo que le dé total sentido a tu vida. Salir de sí mismo para entregar tu tiempo, talento, y en muchas ocasiones, dinero, es cada vez más difícil.

Y es que el mundo nos enseña a vivir para nosotros, nuestro pensamiento ya está programado para siempre sacar la mejor partida de cualquier situación. De alguna manera no está mal, es decir, es aspiracional estar constantemente buscando crecer en todos los aspectos de nuestra vida. Sin embargo, dada la grandeza del ser humano, le queda muy bajo invertir toda su vida sólo para satisfacerse.

“El que no vive para servir, no sirve para vivir.” Cuánta razón tiene la Madre Teresa de Calcuta; servir, más allá de entenderlo como ser útil para alguien o algo, debería de ser entendido como precepto de vida. Es decir, que fuera la máxima de nuestra vida, servir, entendido como entrega generosa a algo que vale totalmente mi vida.

Una madre que se entrega generosamente al cuidado de sus hijos, que no encuentra desperdicio en jugar por horas al mismo juego. Un maestro que explica por cuarta vez la misma instrucción sin perder la paciencia, mirando con ternura al pequeño que no termina de entender. Estos son ejemplos de héroes que salen de sí mismos todos los días para entregarse a una causa mayor.

Una vida bien vivida no tiene que ver con cuánto viajamos, o cuántos grados de estudio logramos, sino con cuántas veces pudimos entregar algo que sólo nosotros éramos capaces de dar, y nadie más.

Hoy en día hay muchas causas a las cuales podemos invertirnos y tomarlo como proyecto de vida. Hay mucho por hacer y faltan tantas manos, tantas voces. La sociedad civil, somos nosotros, los ciudadanos que, de manera organizada, tratamos de resolver las cuestiones de interés común.

El cardenal Ratzinger nos recuerda que fuimos hechos para la grandeza y no para la comodidad de este mundo. Si recordáramos que estamos aquí, en este preciso lugar, en este tiempo y bajo la familia y amigos con los que estamos rodeados porque así Dios lo pensó, entenderíamos que parte de nuestra vocación está en entregarnos de manera generosa a cada uno de ellos.

Lo que te mueve a ti, no necesariamente le mueve al otro. Hacer caso omiso de estos llamados personales tiene implicaciones sociales. Tus experiencias, tu formación e intereses personales hacen que sólo tú puedas aportar de manera única a la causa a la que más te sientas llamado a servir.

Nunca es tarde para involucrarte y empezar a dar de manera desinteresada y generosa. Este es el tiempo perfecto para volverte voz de los que más necesitan de ti.

*Alison González es vocera de la organización Pasos por la Vida.

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

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Alison González

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