Ante el avance de la cultura de la muerte en México, hemos sido testigos de que ningún argumento es válido para quienes tienen intereses ideológicos y políticos para manipular el significado y la finalidad de los derechos fundamentales.
Ni las leyes estatales ni las voces de protesta han sido suficientes para detener su paso decidido, dándole un matiz de legalidad a lo que en realidad es un crimen o un atentado contra la misma naturaleza: el aborto y el uso lúdico de la mariguana son sus primeros logros; siguen temas como la ley transgénero para niños y adolescentes, la eutanasia, la autorización para la producción y uso recreativo de otras drogas etc.
Ante este panorama desolador (para quien carece de fe), todas las personas de buena voluntad tenemos la oportunidad de convertir nuestras protestas en acciones, en obras de misericordia, en amor al prójimo, especialmente al más vulnerable “ahogando el mal en abundancia de bien”.
Quizá sea necesario más allá de declararse “próvida, o pañuelo azul” volcar todos nuestros esfuerzos para llegar a quien necesita una mano amiga, un buen consejo, un apoyo, una salida a sus problemas y un conocimiento profundo de su dignidad como persona, ofreciendo un ambiente que la acoja. Ninguna ley perversa podrá permear en una consciencia con formación moral, ética y cívica.
Es vital incidir en la educación y en la cultura para que nuestros niños y jóvenes sean no sólo defensores, sino convencidos protagonistas de la cultura de la vida, y hoy podemos convertir la adversidad en una inigualable y valiosa oportunidad para las nuevas generaciones.
Recuerdo que en uno de los intentos por crear jurisprudencia para despenalizar el aborto en el 2015, en la UNPF presidida entonces por una servidora, lanzamos la campaña nacional “Un voto por la vida” en la que participaron miles de niños y adolescentes de toda la República, quienes a través de expresiones artísticas plasmadas en cartulinas, pidieron a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación la protección a la vida desde la concepción.
Sus dibujos fueron entregados a los ministros, pero nuestro objetivo fue impactar de manera positiva en la formación de los pequeños que a través del arte hicieron suya la defensa de la vida y en su corazón ha quedado esta experiencia en la que también participaron sus papás y sus maestros.
“Ahogar el mal en abundancia de bien”, es el camino del cristiano que se sostiene en la fe y recorre caminos de esperanza.
Consuelo Mendoza García es ex presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia y presidenta de Alianza Iberoamericana de la Familia.
*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.
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