Columna invitada

A 500 años del inicio de la misión en América

Al Nuevo Mundo se arriba por patrocinio del reino de Castilla, una aventura que supera los temores medievales de enfrentar la ‘mar oceánica’ con sus mostros y misterios, al final del otro lado del océano sólo había una nueva tierra, tan maravillosa que Colón, su descubridor, creyó encontrarse en el paraíso, menudo cambio tuvo cuando pretendía llegar a las indias. Aunque fue su convencimiento de haber llegado a ellas, así como muchos de sus contemporáneos también lo creyeron. Hubo que esperar el inicio del siglo XVI para que Américo Vespucio confirmara y afirmara que era un Nuevo Mundo. Esta es la razón de que lleve su nombre: el cartógrafo alemán Martín Waldseemüller en su mapa Universalis Cosmographia de 1507 acuñó el nombre de ‘América’ en su honor como designación para el Nuevo Mundo.

El Viejo Mundo se encuentra con el Nuevo Mundo, dos realidades diversas que se ignoraban mutuamente. En 1519 españoles y mexicas se descubren: dos destinos, dos historias que se confrontará durante de dos años, al final de los cuales uno de ellos vencerá y tras 50 años se impondrá. Ambos surgían de su propio pasado, que los había hecho conscientes de su propia misión y visión del mundo, pero irónicamente ambos tenían un mismo fin, buscaban salvar a los hombres y el mundo. En los inicios de este encuentro suceden las apariciones de Guadalupe, la cuales generaron una variación positiva en el proceso de evangelización del Nuevo Mundo.

Son españoles e indígenas, los pueblos que entran en contacto en el Nuevo Mundo.

Los españoles surgen de la unión matrimonial de los reyes Isabel y Fernando, ella monarca de Castilla, él de Aragón en la península Ibérica, después de reconquistar el reino moro de Granada y con ello expulsar el Islam, que por ocho siglos fincó sus reales en la península, se encontraban eufóricos y deseosos de expansión y de conquista, así extienden su dominio en Iberia con lo que surgirá el reino de España, se convencen de ser los heraldos de la evangelización de la Iglesia al convertir musulmanes y judíos que eran sus súbditos, posteriormente serán los paganos, por lo que Roma les otorga el título de Reyes Católicos. A seguir se embarcan en búsqueda de nuevas tierras por el mar; primero las islas Canarias, después un continente. Las tierras ya estaban ocupadas y tenían dueños, pero se les despojó con la espada y nombre del signo de la Cruz, en nombre de la cristiandad, con el noble propósito de salvar sus almas y rescatarlos de la impiedad del paganismo en que vivían, lo que para España constituyó su misión y visión del reino.

Los indígenas en particular el Imperio azteca, como ejemplo, formado por los mexicas, era la tribu dominante de Mesoamérica, controlaban un vasto territorio en el actual México, una tribu que venía, como todas las otras que ya poblaban la región, de un lugar mítico localizado en el norte llamado Chicomoztoc; llegaban buscando la señal que su numen titular les ordenó encontrar para establecerse ahí definitivamente. El águila parada en un nopal, era la señal divina dada, la encuentran en un islote de la región de los lagos en el altiplano mexicano, lugar de la fundación de la gran ciudad de México-Tenochtitlán. Creadores de una cultura compleja y sanguinosa, donde la dimensión religiosa permeaba la vida, lo que les daba su razón de ser y quehacer. Adoraban una divinidad solar y se consagraron a su culto. Les preocupaba que el sol no transitase más por el firmamento, si llegará a suceder tal cosa el universo colapsaría, ocasionando el vacío y la consumación de la existencia, además, siendo este el quinto y último sol se debería conservar, por eso se dedicaron en cuerpo y alma a su servicio, convirtiéndose en el Pueblo del Sol. El sentido y fin de su existencia radicaba en perpetuar el universo, así su misión de pueblo adquirió dimensiones cósmicas.

Este universo ordenado y sistematizado los españoles lo redujeron a escombro y ceniza, anularon a sus dioses y creencias los, su libertad se redujo a servidumbre; por ello los indígenas perdieron el sentido para vivir, preferían morir que seguir, ya que el mundo conocido no existía más y sin él caos y la oscuridad se empedraron.

 Justo en esa situación la aparición de Guadalupe, que es un hecho histórico y meta-histórico, comunica una señal de esperanza a los indígenas en el ocaso de su existencia, justo en el momento en el que la cristiandad se ensañaba con sus aberraciones en la evangelización, de aquí la importancia y trascendencia del acontecimiento, pues salva lo que el interés y la ambición humanas habían dejado perder en el primer anuncio. En este momento Guadalupe recupera la forma como los Primeros Padres inculturaron el cristianismo, cuando la Buena Nueva tomaba el rostro de la cultura con la cual entraba en contacto. 

La imagen y el mensaje de Guadalupe son el signo de la unidad para el nacimiento de un pueblo en ciernes, los criollos, hijos de españoles nacidos en Nueva España, en búsqueda de una identificación que los diferenciara de España, acuden al recién pasado indígena, historia, mitos, dinastías son recuperadas, y asumidas como parte de su propia historia, el haber nacido en la tierra les otorgaba ese derecho. Así ellos cristianizan a Quetzalcóatl en la persona del apóstol Sto. Tomás, pero a Tonantzin, Guadalupe ya la había cristianizado, por lo que se vuelve signo de unidad para ambos grupos, los indígenas se identificaban en ella, por lo que naturalmente los criollos toman y popularizan.

 Guadalupe es el símbolo de una nación, la identificación construida por los criollos en torno al evento Guadalupe, fue la base para que se sumara el nuevo grupo que día con día se multiplicaba hasta llegar a formar la nación mestiza que es México. Todas las razas residentes en él, independientemente de su situación socioeconómica y política se identifican en la Imagen, es su madre, consuelo y esperanza; es la expresión de su religiosidad y el punto de convergencia; es el estandarte de su libertad y el símbolo de su nacionalidad y de su catolicidad.

Autor: P. Gerardo López Vela, Director del Instituto Intercontinental de Misionología de la Universidad Intercontinental (UIC)

P. Gerardo López Vela

P. Gerardo López Vela, Director del Instituto Intercontinental de Misionología de la Universidad Intercontinental (UIC)

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