Inicia el adviento, se acerca la Navidad y pareciera que el tiempo vuela entre tantos compromisos sociales. Comienza la lista de pendientes para llevar a cabo todos los preparativos: la comida, los invitados, los regalos, lo que vestiremos, en dónde la pasaremos, etc. Pero… ¿y qué hay de nuestro corazón?, ¿qué estamos haciendo para que el niño Jesús pueda nacer en nuestra alma?
Esta época también se caracteriza por diversos rituales de limpieza y depuración, establecimiento de metas y propósitos, además de muchos planes de cambio y mejora, sin embargo, poco nos enfocamos en sacar de nuestro corazón todo aquello que nos roba la paz y nos aleja de Dios.
Los Santos nos brindan una mentoria invaluable para aprender a vivir desde una mirada espiritualmente elevada, pero sin dejar atrás nuestra naturaleza humana, llena de retos y defectos que vencer y trabajar día a día.
Podemos comenzar este diciembre con pequeños pasos y acciones que nos lleven a lograr cambios significativos en nuestra manera de vivir la Navidad:
Actuamos de acuerdo a como somos, pero también somos de acuerdo a como actuamos. Es decir, cada paso que damos nos va construyendo como personas, nos vamos reinventando en nuestras obras y nos convertimos en lo que hacemos.
Tener esto en mente nos ayudará a cuidar nuestras acciones y especialmente a orientarlas hacia la voluntad de Dios y para su Gloria.
Estas fechas son una excelente oportunidad para reflexionar sobre en dónde está puesto nuestro corazón. Los bienes materiales, el prestigio social, nuestro aspecto físico, pueden darnos satisfacción a corto plazo, pero ¿qué tan relacionados están con nuestro verdadero sentido de vida?
¿En qué estamos invirtiendo nuestro tiempo y energía y en quién nos convertimos al enfocarnos en esto?, ¿qué sería distinto en ti y en tus relaciones si el amor a Dios fuera el centro de tu vida?
El perdón y la reconciliación son fundamentales para depurar nuestra mente y corazón de sentimientos y pensamientos negativos. Un primer paso es tener la apertura para cuestionar nuestras certezas, asumiendo que siempre habrá diferentes formas de observar una misma situación. Dependerá de las creencias y la historia personal de cada quien.
Aferrarnos a nuestras opiniones nos aleja de los demás y nos impide construir relaciones basadas en el respeto. Nos perdemos de la alegría de la fraternidad y del sentido que la conexión con otras personas le brinda a nuestra vida.
En el camino hacia nuestros objetivos siempre habrá caídas y retrocesos, pero estos no podrán definirnos, lo importante será levantarnos las veces que sea necesario para continuar. Ser tolerantes ante nuestros propios defectos no nos hará mediocres, por el contrario, nos ayudará a salir adelante. Fijemos la mirada en la excelencia y no en la exigencia.
Preparar nuestro corazón requiere de mucha consciencia, sobre lo que sentimos, hacemos y pensamos. Un análisis cotidiano sobre nuestros actos nos ayudará a re-encuadrar nuestra mente y enderezar el camino. Perdemos la paz cuando dejamos que el pecado domine nuestros días, así es que no nos demos por vencidos, confrontémonos día con día y esforcémonos por dar lo mejor de nosotros para mantenernos en paz y cerca de Dios.
Aprovecha la oportunidad que el adviento nos trae para preparar nuestra alma y reflexionar sobre cuántos de nuestros objetivos están centrados en crecer espiritualmente y qué tan alineados están con nuestra misión de vida.
*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.
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