Un líder puede tener un Currículum impresionante en términos de experiencia profesional, títulos, certificaciones e incluso contar con un gran manejo de habilidades blandas como inteligencia emocional, comunicación asertiva, trabajo en equipo, etc., sin embargo, es raro encontrar líderes que contemplen el desarrollo espiritual y la fe como parte de las habilidades que deben desarrollar para mejorar en su trabajo.
¿Cómo puede un líder dirigir desde un enfoque centrado en el propósito de vida de él mismo y de sus colaboradores?
Aunque cada vez se habla más sobre la importancia de los valores humanos, la misión, visión y el legado de una empresa y sus líderes, la realidad es que en el día a día de la organización muchas veces se trata más de un discurso utópico e incongruente, que sólo busca cumplir superficialmente con una tendencia sobre la responsabilidad de las empresas con el bien común.
Hoy en día, las organizaciones necesitan líderes que estén conectados con la búsqueda de su propio sentido, entendiendo que su trabajo va más allá de una relación transaccional con la empresa, en la que el líder le brinda ciertos entregables y a cambio recibe diversos beneficios por parte de ésta.
El liderazgo con propósito debe perseguir 3 misiones principales para cumplir con el principio del bien común:
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”. Juan 10,27
Un error común de muchos líderes es que ven a sus colaboradores como medios para alcanzar sus fines, olvidándose de capitalizar el valor que pueden aportar al equipo como personas únicas, irrepetibles e irremplazables.
La relación entre el líder y sus colaboradores debe de partir de la confianza, el respeto a las diferencias y el interés genuino por acompañar a cada uno de ellos durante el proceso a la consecución de los objetivos personales y organizacionales.
Los líderes con propósito logran persuadir a su gente porque antes de hablar, escuchan y están convencidos de que cada individuo parte de diferentes motivaciones y necesidades.
La mayoría de los líderes enfocan su atención en el ¿cómo? (es decir en las estrategias, planes e iniciativas para mejorar el desempeño de sus equipos), sin embargo, es indispensable que no dejen atrás el ¿para qué?, es decir, todo aquello que sus colaboradores necesitan para experimentar logros, progreso y, especialmente, la sensación de hacer un trabajo significativo.
Un liderazgo centrado en el sentido es aquel que tiene la mirada tanto en la misión de la organización como en la esencia de sus colaboradores, entendiendo que cada uno tiene una forma distinta de aplicar sus talentos y virtudes, y permitiendo que el trabajo sea un espacio que fomente el desarrollo de dichos talentos, lejos de estancarlos en estrategias generalizadas.
“Sin embargo, yo desearía que todos los hombres fueran como yo. No obstante, cada cual ha recibido de Dios su propio don, uno de una manera y otro de otra”. 1 Corintios 7,7
Los indicadores de desempeño y la monetización de los objetivos son indispensable para el crecimiento de toda empresa y todo colaborador, sin embargo, el liderazgo con propósito debe de buscar ir más lejos y más alto, enfocarse también en el servicio que deja huella en la vida de los demás, las iniciativas que trabajan por el bien común y por dejar este mundo mejor de lo que lo encontraron.
Estas estrategias van más allá de la productividad y el reconocimiento de la opinión pública, no buscan la retribución en esta vida, sino que se enfocan en hacer el bien y en trabajar para darle gloria a Dios en sus acciones y resultados.
“Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor”. Colosenses 3,23-24
Cuando un líder contempla la idea de que el trabajo es una forma de retribuirle a Dios por todo lo que ha recibido de su parte; rendirle cuentas sobre sus talentos y virtudes; y logra verlo más allá de una forma de supervivencia como un camino de trascendencia durante su paso por esta vida, es posible que cambie el enfoque de sus metas y que busque transmitirlo para que sus colaboradores lo vivan de esta manera también.
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