El final de un año y el inicio de otro están llenos de sucesos sobrenaturales a los que tal vez nos hemos acostumbrado, pero que no por ello dejan de ser extraordinarios.
En primer lugar que Dios se haya encarnado en el vientre virginal de María, que se haya hecho pequeñito y haya venido a vivir entre nosotros. Que un coro de ángeles deslumbrara con su luz a unos pastores que dormitaban junto a su rebaño a descampado, y los extasiaran cantando por primera vez el Gloria, ¿te imaginas la belleza de sus voces? Que unos sabios de Oriente fueran guiados por una estrella hasta el mismísimo lugar donde estaba el Rey recién nacido.
Son acontecimientos maravillosos que cada año, en Navidad, la Iglesia nos invita a recordar, no como quien recuerda anécdotas simpáticas de su pasado porque le hacen sentir ‘bonito’, sino para que tengamos muy presente, el resto del año y toda nuestra vida, lo que en estos días conmemoramos: que Dios nos ama tanto que nos envió a Su Hijo, que Jesús se despojó de los privilegios de Su condición divina para asumir nuestra naturaleza humana; que nació en el seno de una familia y nos comparte a María como Madre y a san José como padre espiritual.
Es algo que no sólo nos llena de gozo, sino de fortaleza para enfrentar lo que nos toque vivir en el año, sabiendo que el Dios-con-nosotros nos acompaña siempre y que contamos con el amor y poderosa intercesión de María y san José.
Los pastores regresaron a su rutina cotidiana, los magos volvieron a Oriente, y podemos preguntarnos: ¿cómo fue ese regreso a su vida ordinaria? Cabe pensar que iban gozosos, los pastores todavía con las luces angélicas y los magos con la luz de la estrella brillándoles en el corazón.
Los pastores y los magos regresaron a su vida ordinaria felices, el alma genuinamente alegre, con esa alegría que nada puede arrebatar, ¿Por qué? Porque contemplaron y adoraron al Salvador del mundo.
Acaba de empezar el Tiempo Ordinario en el calendario litúrgico de la Iglesia. No es un tiempo aburrido en el que no pasa nada. Es una oportunidad para vivir lo ordinario de modo extraordinario, y para recordar en lo ordinario, lo extraordinario.
Más artículos del autor: El ‘plan b’ de los Reyes Magos
*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe
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