El sufrimiento nos asusta. Tratamos de no pensar en él, cuando se nos acerca demasiado buscamos huir, evadirnos. Pero tarde o temprano nos alcanza, y de la manera como lo enfrentemos dependerá si nos acerca o nos aleja de Dios.
Para saberlo aprovechar hemos de grabarnos en el ‘disco duro’ de la memoria estas tres cosas:
Cuando nos toca sufrir se vale que imploremos a Dios que no suceda aquello que nos aterra: ese diagnóstico fatal, la muerte de ese ser querido, esa tragedia, esa terrible dificultad, y podemos llorar y caer por tierra y gritar. Pero, y esto es lo más importante, hemos de confiar que si Dios permite aquello es por algo, y nos ayudará a superarlo, por lo que lo que no debemos atorarnos en el terror o el llanto, sino amoldar nuestra voluntad a Su voluntad. Descubriremos así que esto es lo único que nos da verdadera paz.
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