‘Vamos a reunirnos en mi casa’.
‘Mejor en la mía, está más cerca.’
‘O en la mía’.
Así intentaban ponerse de acuerdo unas amigas, cada una empeñada en no ceder para que fuera en su casa una reunión que iban a tener.
Lo recordé ahora que estamos en plena ‘Semana de oración por la unidad de los cristianos’ (enero 18 a 25).
¿Qué desea la Iglesia al pedir que los cristianos nos unamos? Desde luego no integrar una especie de religión única universal en la que cada uno aporte sólo lo que a nadie incomode, y ceda en lo demás, pues al final quedaría una doctrina diluida que, como decimos en México, ‘no sería ni chicha ni limonada.’
Cuando la Iglesia ora por la unidad de los cristianos, ¿qué es lo que pide? Reunirnos a todos en la Iglesia Católica.
Y aquí no pasa como con esas señoras que discutían en dónde se podían reunir, al fin que todas tenían el mismo derecho a ser elegidas. La Iglesia Católica no es como otras, es la única que Cristo fundó, sobre la roca que es Pedro, el primer Papa. Durante 1,500 años, sólo había una Iglesia Católica, hasta que algunos de sus miembros se fueron saliendo y fundaron nuevas iglesias. Sólo en EUA hoy hay más de 40,000 iglesias cristianas distintas, pero en parecidas condiciones. Y probablemente más de una se pregunte, como esas señoras que deseaban atraer a todos a su casa: ‘¿y por qué quiere la Iglesia Católica que nos unamos a ella?, ¿por qué no se viene ella para acá?’
La respuesta es que la Iglesia no es una más entre iguales. Cuando ella invita a las demás a unírsele, lo hace con la autoridad del Padre, que llama al hogar al hijo que salió dando un portazo; que se fue solo, con un itacate, cuando en casa lo espera su Hermano para darle un banquete; que se llevó un libro bajo el brazo, siendo que en casa hay toda una biblioteca para ayudarlo a interpretarlo; que se quedó huérfano, atenido a sus fuerzas, cuando en su hogar lo espera su Madre para amarlo, aconsejarlo y acogerlo en su regazo.
En estos tiempos en que muchos piensan que da lo mismo creer o no creer, ser de tal o cual denominación religiosa, la Iglesia no se cansa de orar por la unidad, haciendo eco de la oración de Jesús, que nunca quiso que hubiera división. “Que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti.” (Jn 17, 21).
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