Cuando queremos dar un regalo a un ser querido en su cumpleaños, y no se nos ocurre nada, acabamos dándole algo que se volverá ‘roperazo’ (arrumbado en un ropero hasta que se lo regale a quien también lo arrumbará).
Que no te pase eso con María. Este día 8 se celebra la Natividad de María, es decir, su ‘cumple’. ¿Qué le puedes dar que de veras le agrade? Desde luego lo mejor es ir a Misa, confesarte y comulgar, pues Ella nunca desea nada para sí, busca siempre acercarte a Jesús. También es lindo cantarle “Las mañanitas” y ofrecerle flores. Pero si tu amor por Ella es tan grande que quieres regalarle algo más, aquí tienes tres sugerencias, basadas en un principio comprobado: que a toda mamá le encanta que sus hijos aprendan y practiquen lo que les ha enseñado.
Cuando el Ángel le anunció a María que sería Madre de Dios, Ella de inmediato aceptó. No puso peros, no buscó pretextos, no pidió tiempo para pensarlo ni pospuso tomar la decisión (ver Lc 1, 26-38). Le dio a Dios un sí total, a pesar de que no recibió un plan detallado ni mayor explicación. Le bastaba que Dios se lo pidiera.
Años más tarde, en Caná, dio una indicación en relación con Jesús, que nos da también a nosotros: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5).
Así pues, puedes regalarle imitarla en decirle sí a Dios en eso que te ha estado pidiendo, hacer lo que Él te dice: tal vez que debes reconciliarte con alguien a quien no has perdonado, o abandonar cierta actitud o vicio, o ayudar en algún apostolado.
La gente suele apreciar un regalo costoso en sentido monetario, María también aprecia un regalo costoso, pero en el sentido del trabajo que te ha costado hacerlo, y aprecia mucho tu esfuerzo, lo considera lo más valioso del obsequio.
En Lc 1, 39-56, leemos que María se dirigió presurosa a casa de su parienta Isabel. Es que el Ángel dijo que ésta, que era de edad avanzada, estaba embarazada, y María que vivía siempre dispuesta a ayudar a los demás, supo que su prima la necesitaba y sin pensar en sí misma, que podía quedarse tranquilamente en casa a disfrutar su embarazo, emprendió el fatigoso viaje.
Fue el primer viaje misionero, la primera procesión con el Santísimo, pues María llevaba a Jesús en su vientre, y supieron reconocerlo Isabel y la criatura que saltó de gozo en su seno.
También recordemos otro momento, en que la presencia de María fue de grandísimo consuelo: cuando acompañó a su Hijo Jesús al pie de la cruz, aunque se cumplía lo anunciado por Simeón y una espada le atravesaba el alma (ver Lc 2, 33-35; Jn 19, 25).
Puedes regalarle imitarla en ir a ayudar y a consolar a quien está solo, en duelo, anciano, enfermo. O si eres tú quien sufre, puedes unir tu sufrimiento al suyo con amor, para ofrecerlo, junto con el de Ella, al Señor.
Zacarías, esposo de Isabel, profetizó sobre Jesús, dijo que vendría “a iluminar a los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1, 79). Cuando Jesús nació, los ángeles anunciaron Su Nacimiento a los pastores envolviéndolos en luz (ver Lc 2, 9); a los Magos de Oriente que buscaban al Recién Nacido para adorarlo, los guió hasta Belén la luz de una estrella (ver Mt 2, 1-2). María nos entregó a Aquel que es la Luz del mundo (ver Jn 8,12), Luz que brilla en las tinieblas, Luz a la que las tinieblas no vencieron (ver Jn 1, 5).
Y después de que Jesús ascendió al Cielo, María acompañó a los discípulos en oración (ver Hch 1, 14) y sin duda le pidió que les enviara Su luz para iluminarlos, y Él les envió Su Espíritu Santo (ver Hch 2, 1-4).
Puedes regalarle imitarla en llevar la luz del Señor a quienes viven en la tiniebla de la falta de fe, del miedo, la violencia, la desesperanza, el rencor, la falta de perdón. Imitarla en pedir que el Espíritu Santo ilumine a quienes viven alejados de Él. Y animarte a hablarles del Señor, compartirles tu testimonio, orar con ellos y por ellos; ayudarles a descubrir Su paz, a abrirse a Su amor.
“María aprecia un regalo costoso, pero no
en dinero, lo que valora es tu esfuerzo”.
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