Hay diversas clases de fe.
1. Entendida como confianza a nivel puramente humano.- Es la fe de quien acepta lo que otro le dice, porque confía en él.
2. Entendida como el conjunto de creencias que sostiene y predica la Iglesia. Es lo que llamamos ‘la fe católica’: ‘Iban aceptando la fe’ (Hech 6,7); ‘una sola fe, un solo bautismo…’ (Ef 4,5).
3. Como don que Dios ha dado a todos (ver Ef 2,8). Es esa ansia de infinito que late en cada corazón humano, y que sólo Dios puede saciar.
4. Virtud teologal. Llamada así porque tiene a Dios como su centro, emana de Él y nos conduce a Él. Recibimos esta fe del Espíritu Santo, en nuestro Bautismo (ver Rom 8, 14-16).
La fe consiste en responder a Dios con un sí que implica el asentimiento de la inteligencia, la confianza del corazón y la obediencia a la voluntad divina.
Responder a Dios implica que el hombre no ‘inventa’ a Dios, pues de antemano Dios existe y se nos revela a través de la Creación (ver Sab 13,1-9;Heb 11,3;), de la historia (ver Sal 78), de la Palabra (ver Gén 15,1; Jer 1,4-12; Lc 3,2; Jn 1,1-18; Hech 10 , 34-43), de los Sacramentos, de la comunidad, y de muchas otras maneras.
Contra lo que muchos creen, la fe no es una muleta para débiles, sino que responde a las interrogantes más profundas del ser humano: ‘¿quién soy?, ¿para qué existo?, ¿cuál es el sentido de mi vida?, ¿quién me creó?, ¿por qué?, ¿hay vida después de esta vida?
Hay quien dice no tener fe porque tiene preguntas sin respuesta respecto a Dios. Suponen que podrá ‘creer’ sólo cuando tenga todas las respuestas, pero eso es falso. La mente humana jamás podrá abarcar la grandeza de Dios. Pretenderlo es absurdo (ver: Is 55,8-9; Sal 139; Rom 11,34;).
La fe no se basa en lo que uno sabe, sino en lo que sabe Dios.
Comprender que Él lo sabe todo y uno no sabe nada, es el primer paso para poder fiarse de Él, para poder creer. De hecho, tener dudas no implica no tener fe, todo lo contrario. Las dudas hacen que el creyente se pregunte cosas, se adentre en el conocimiento de Dios. El que busca la verdad, hallará a Aquel que es la Verdad (ver Jn 14,6).
La fe implica una relación personal con Dios, un encuentro personal que te permite conocerlo para poder fiarte de Él y aceptar Su voluntad, decirle sí.
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