Cielo y tierra

Sólo perdonando lo imperdonable tu corazón puede tener paz

Vengarse, desquitarse, hacer a otro lo mismo o algo peor que lo que éste le hizo, es una tentación que está presente en el corazón del ser humano desde que el mundo es mundo. Dicen que la venganza es dulce, y tal vez de momento lo sea, ceder a ella provoca una cierta satisfacción, pero ésta es superficial y pasajera, y como los edulcorantes artificiales, deja un sabor amargo.

Pero eso no es lo peor. Lo peor es que es extremadamente contagiosa, muy difícil de curar, progresiva y mortal. Provoca que quien la practica y quien la padece, un contante intercambio de roles que los vuelve alternadamente víctimas y victimarios, atrapados en una espiral de violencia de la que ya no saben ni quieren escapar.

Si quienes contemplan de fuera el terrible espectáculo de este intercambio de violencias intervienen para ofrecer a una u otra parte una supuesta ayuda que consiste en proporcionar medios para hacer más efectiva su venganza, sólo consiguen contribuir a perpetuar el conflicto y agrandarlo.

La única salida, la única solución la propuso el Creador del ser humano, quien, como todo fabricante, conoce mejor que nadie lo que ha creado, sabe qué le favorece y qué le daña, qué lo descompone y qué lo repara.

Esa salida, esa solución se llama perdón.

Jesús la propuso una y otra vez, en todos los tonos, con los más diversos ejemplos, a ver si captábamos que perdonar no es opcional, es indispensable (ver Mt 6, 12. 14-15; 18, 21-22-35; Mc 11, 25; Lc 6, 27-38).

Desgraciadamente su sola mención suele provocar indignación: ‘¿cómo crees que se pueda perdonar esto?, ¡es imperdonable!’

Cuando desgraciadamente se ha sacado a Dios del propio corazón y se ha permitido que arraigue en éste el deseo de venganza, no se quiere ni oír hablar de perdonar. Proponerlo se considera no sólo absurdo sino incluso ofensivo, como si se pretendiera minimizar la gravedad del asunto, como si se sugiriera una locura, indigna de ser tomada en cuenta.

No se comprende que la verdadera locura es seguir dando rienda suelta a la venganza, e ignorar (en el sentido de no saber y de no hacer caso) que la violencia sólo engendra violencia, y así jamás se alcanzará la paz.

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Alejandra Sosa

Es escritora católica y creadora del sitio web Ediciones 72, colaboradora de Desde La Fe por más de 25 años.

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Alejandra Sosa

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